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Escribí aquí, hace años, sobre la conversación de Umberto Eco con un teólogo de la Iglesia católica, que se publicó en un libro llamado, si me acuerdo bien, ¿En qué creen los que no creen?

Ahora me topo con un cuadro de World of Statistics (@stats_feed) sobre cuánta gente cree en “Dios o en un Ser Supremo” en distintos países del mundo.

Suena razonable que en Indonesia crea el 93% de la población, en Turquía el 91% y en Brasil el 84%.

Ya empiezan a sonarme descreídas las cifras de México, donde sólo creen en Dios o un Ser Supremo el 78%, y las de Estados Unidos, cuyo lema nacional es In God We Trust, pero donde sólo cree el 70%.

En Argentina, quizá por su dilatada experiencia en caer y recaer, sólo cree el 62% y en Rusia el 56%, pese a su siglo XX dictatorial, ateo por decreto.

Lo que pasa en Italia parece un mensaje irónico a El Vaticano, pues ahí sólo cree en Dios el 50%, casi lo mismo que en Polonia, 51%, se diría un agravio nacional póstumo a su notable papa Wojtyla, Juan Pablo II.

En la zona de mayor descreimiento están Hungría y Australia, donde sólo el 29% cree. Uno se pregunta en qué creerá su inmenso resto de descreídos.

No sé cuál de las religiones se verá más afectada por la incredulidad en Dios o en un Ser Supremo, pero las cifras de creyentes en las religiones del mundo son estas:

Los cristianos: 2 mil 300 millones. Los profesantes del islam: 1 millón 900 mil. Los hinduistas: 1 millón 100 mil. Los budistas: 510 millones.

Aquí empiezan las “minorías”: el shintoísmo: 60 millones de fieles. Los sikh de India: 27 millones. El judaísmo: 15 millones. Los taoístas: 12 millones.

No sé a ustedes, pero a mí, que no creo, estos números multimillonarios de creyentes me hacen sentirme huérfano de fe y en extrema, aunque nutrida minoría, de sólo unos milloncitos de perplejos y descreídos ante el milagro del universo.