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Fui escucha, más o menos asiduo, del Noticiero MVS con Carmen Aristegui. Un espacio radiofónico al aire libre donde Carmen y su equipo de colaboradores informaban a los mexicanos sobre la corrupción de funcionarios públicos y de aviesos particulares; sobre las malas prácticas gubernamentales y sus repercusiones en la vida socioeconómica del país; sobre el narco y su influencia en gobernantes, fuerzas del orden y autoridades judiciales; sobre crímenes e injusticias de las que señalaba a los culpables con valentía. Siempre yendo a fondo para buscar la verdad; invariablemente en defensa de los ciudadanos; en respaldo de la gente común; dándole voz a los humildes; a los atropellados por las influencias. Con todo esto, Carmen logró ser una comunicadora con una imagen de rectitud y honestidad que la proyectó para ocupar un nicho único en el mercado de la información y la imagen, nicho que compartía con la estación radiofónica concesionaria de la frecuencia por la que se transmitía su noticiero matutino.

Antes de seguir con el almíbar en el que estoy envolviendo, merecidamente, a Carmen y llegar al acíbar que su indignante despido causó en mí, quiero expresar un punto intermedio: dos asuntos que en mi percepción personal considero fisuras que dañan (dañaron) la excelencia del informativo de Aristegui: Uno es la largueza con la que trataba algunos temas; sobre todo aquellos en los que estuvieran en juego cuestiones relativas a la Ley de Telecomunicaciones, al Instituto Federal del ramo; a comentar las resoluciones que, en su opinión, perjudicaban a MVS canal 52 y al sistema satelital Dish. Ojo: No quiero decir que lo mejor hubiera sido que Carmen desatendiera el tema o lo comentara de manera superficial, no. Yo sé los intereses en juego y de qué lado jugó -con la camiseta bien puesta- Carmen. Mi percepción, como simple público, es sobre el tiempo dedicado en una emisión al mismo tema con opiniones de varias personalidades pero todas redundantes a favor del punto de vista de MVS. Podía uno cambiarle a otra estación, escuchar noticias u oír opiniones sobre x hecho que concluían, y regresar al noticiero de Carmen, que seguía en lo mismo. Reitero que su actuación me parece comprensible, pero desde el punto de vista del radioescucha era una parte aburrida de machacante contenido.

El otro asunto que según mi percepción le quita (quitaba) excelencia al noticiero de Carmen es que nunca consideró al ingeniero Carlos Slim o a sus empresas como merecedoras de una critica. Ni siquiera cuando Carmen hablaba por teléfono con un corresponsal y en la parte más sensacional o interesante del reporte, la conversación se cortaba por fallas telefónicas, lo cual se hubiera prestado a manifestar algo así: “Qué lata con estos teléfonos que nos los cobran como si fueran del primer mundo y nos dan servicio de quinta”. Jamás oí una critica de Aristegui contra alguna empresa del ingeniero. Tal vez, alguna vez lo hizo pero de una manera somera. Será que, como dicen en mi tierra: El que paga la música, dice el baile.

La primera imagen que vino a mi mente cuando supe la manera en que le tendieron la cama a Carmen Aristegui, para deshacerse de ella, fue la de don Julio Scherer, cuando tuvo que dejar en 1976 el periódico Excelsior, del cual era director. Aunque aparentemente don Julio salió por un problema de la cooperativa del diario, la verdad es que salió por órdenes del presidente Luis Echeverría. Ahora, de manera distinta, pero en el fondo con el mismo contenido autoritario, Carmen Aristegui deja MVS, oficialmente, por no haber informado a la empresa del uso de su marca en la incorporación de la plataforma informativa digital denominada Méxicoleaks.

Por supuesto que el motivo esgrimido por la radiodifusora es sólo un pretexto. Una ocasión que propició lo que ya se venía cocinando desde las altas esferas de la política nacional: Carmen sale de la radio por haber difundido la existencia de la Casa Blanca, residencia aparentemente de la señora Angélica Rivera de Peña, a la que le ha resultado imposible probar de manera razonablemente legal su propiedad.

Resulta muy difícil creer que en la renuncia o despido de Carmen no tuvo nada que ver la Oficina de Comunicación de Los Pinos que está estrenando jefe: Eduardo Sánchez Hernández. Claro que es difícil de probar que la orden de retiro de la comunicadora se haya dado desde ahí. Para que se cumplan este tipo de órdenes no se manda un memorándum, basta una llamada.

Si el gobierno piensa que silenciando a Carmen el escándalo de la Casa Blanca va a ser olvidado, está muy equivocado. Ahora mismo varios periódicos del mundo como el inglés The Guardian, el estadounidense The New York Times; El País y El Mundo de España; y hasta el islámico Al-Jazeera de Qatar, así como la televisora BBC de Londres; han comentado que Carmen Aristegui fue despedida por hacer un reportaje sobre la mansión de la Primera Dama.

Da risa leer el boletín 193/15 enviado, al respecto, por la Secretaría de Gobernación, que en su primera parte dice: “Es deseable que este conflicto entre particulares se resuelva, para que la empresa de comunicación y la periodista sigan aportando contenidos de valor a la sociedad mexicana”. Ni la burlan perdonan.