En el momento que usted lea estas líneas es muy probable que los senadores y los diputados que forman el H. Congreso de la Unión –la H. es de huevón- estén preparándose para iniciar sus vacaciones. Aunque éstas, según la Ley Orgánica del Congreso, comienzan el 15 de diciembre, en automático comenzarán considerando que 14 … Continued
En el momento que usted lea estas líneas es muy probable que los senadores y los diputados que forman el H. Congreso de la Unión –la H. es de huevón- estén preparándose para iniciar sus vacaciones. Aunque éstas, según la Ley Orgánica del Congreso, comienzan el 15 de diciembre, en automático comenzarán considerando que 14 y 15 son sábado y domingo, días de descanso y que mañana es el día consagrado a la Virgen de Guadalupe, madre de los mexicanos, incluyendo a los legisladores, que aunque algunos ciudadanos opinen que carecen de progenitora, recurren a la Morenita del Tepeyac para que los cubra con su manto.
De los 638 inmarcesibles paladines de nuestras leyes, sólo 37 de ellos -18 senadores y 19 diputados- no gozarán de las vacaciones cortas, del 15 de diciembre al 31 de enero -las vacaciones largas son las que pasan en el Congreso-. Éstos, aparentemente sacrificados individuos, son los que formarán la Comisión Permanente, órgano del Congreso que entra en funciones durante los recesos de las cámaras.
Escribí “aparentemente sacrificados individuos”, porque si bien tendrán que presentarse en la sede del Congreso mientras el resto de sus homólogos andan de viaje por el extranjero o tomando el sol en las playas nacionales, su privación no alcanzará la categoría de holocausto tomando en cuenta que recibirán una compensación económica extra sobre sus, de por sí, elevados emolumentos. Además, son días de poco trabajo en todas las dependencias gubernamentales; así que bastará con ir un par de horas bien entrada la mañana a tomar café y platicar con sus compañeros de sufrimiento. Quizá tendrán que asistir a alguna comida, brindis o festejo en representación del Congreso. ¡Compadezcámoslos!
La Comisión Permanente consta de un presidente de la mesa directiva y dos vicepresidentes. A su vez, la conforman tres comisiones para análisis, cada una con un presidente, un vicepresidente y un secretario. De tal suerte que 29.72 por ciento de los 37 podrá alcanzar una designación. Aunque, por lo general, los puestos importantes recaen en legisladores de alto pedorraje –Renato Leduc dixit- existe la posibilidad, con un poco de suerte y un mucho de genuflexión y zalamería, de que algún diputadillo alcance un nombramiento. Membrete con el que mandará hacerse papelería –el presupuesto del Congreso aguanta todo- y tarjetas con la leyenda: “Con los atentos saludos de Fulanito, secretario de la Comisión de Relaciones Exteriores, Defensa y Educación Pública de la Comisión Permanente de la LXII Legislatura del Congreso de la Unión”. Sólo con enseñarle los susodichos impresos a sus hijos y allegados será motivo de orgullo del personaje y justificación de su existencia; los mentados papeles serán una prueba del sujeto sobre su estancia en las grandes ligas de la política que él hará perdurable a través de la presunción y de las charlas con sus descendientes, quienes quedarán convencidos de la grandeza de su ancestro que por una injusticia no está enterrado en la Rotonda de las Personas Ilustres.
El olvido
Pero existen en el Congreso otras comisiones: las especiales, a las que el asueto de seis semanas van a retrasar en sus trabajos si no es que de plano quedarán abandonadas y con riesgo de desaparecer, sea por falta de actividad o por falta de voluntad. Las comisiones especiales a las que me refiero son aquellas de reciente formación y que se crearon para investigar importantes asuntos de interés general, como la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa –ahora son 42 por el par de huesos calcinados y la dentadura que dicen pertenecen a Alexander Mora Venancio-; la masacre de Tlatlaya, Estado de México; el desfalco de Oceanografía a Pemex; la falla estructural de la Línea 12 del Metro capitalino; la revocación de la licitación del tren de Alta Velocidad México- Querétaro; la contaminación con químicos del Río Sonora y la construcción del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, por mencionar las más significativas e importantes.
La legisladora Lilia Aguilar, del Partido del Trabajo, que forma parte de la Comisión Especial de Ayotzinapa, expresó que existen colegas de la misma comisión que esperan y desean que con el periodo vacacional que abarca las fiestas decembrinas y el mes de enero, la petición ciudadana sobre la solución del caso se desvanezca.
Algo similar sucede con el grupo de trabajo del caso Tlatlaya, según declaró la diputada Zuleyma Huidobro, de Movimiento Ciudadano.
La Comisión Especial para Revisar el Proceso de Licitación, Emisión del Fallo y su Cancelación, para la Construcción del Tren México-Querétaro, de nombre más largo que la vida que se le augura y que preside el diputado del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Alfredo Maldonado Hernández, apenas se instaló el martes y ya no se reunirá hasta pasada las vacaciones, si es que después de seis semanas alguien se acuerda de que existe.
La Comisión Especial para la Atención y Seguimiento a la Construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México lo único que tiene es nombre porque ni siquiera se ha integrado.
Los diputados, sobre todo los del PRI, le apuestan al olvido de estos casos que han perturbado, como nunca antes, a la opinión pública y que están creando conciencia entre la sociedad. Con acciones como éstas los legisladores confirman que no son representantes de los ciudadanos sino de sus intereses partidistas. Pero ahí vienen las elecciones.