Elecciones 2024
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Al día siguiente de que los honorables diputados salieron de vacaciones sin aprobar el sistema nacional contra la corrupción pero, por supuesto, con el jugoso aguinaldo que su agotador y patriótico trabajo merece ya cobrado; los perplejos ciudadanos, a los que los medios de comunicación nos traen del hallazgo de fosas con muertos al descubrimiento de residencias con vivos, nos enteramos de que el pasado viernes el Tercer Tribunal Unitario Penal del DF exoneró a don Raúl Salinas de Gortari de manera definitiva del delito de enriquecimiento ilícito. (Iba yo a escribir “enriquecimiento inexplicable”, pero esta figura debería ser abolida porque el enriquecimiento de los hombres que están en el poder, lo representan, o están cerca de él, siempre ha sido explicable, lo que la mayoría de las veces resulta es incomprobable).

Según el fallo del comisionado del caso, consideró que la Procuraduría General de la República (PGR) no acreditó que el incremento de la riqueza de don Raúl sea producto de actos de corrupción como funcionario. (Supongo que, probablemente, el fallo de la Procuraduría proviene de que su titular, el licenciado Jesús Murillo Karam, se cansó de tener que probar un delito sucedido hace 19 años. También conjeturo la imposibilidad de acreditar que el incremento en la riqueza de tan finísima persona sea producto de actos de corrupción cuando fue funcionario porque él, durante el sexenio de su hermano, no fue funcionario. Él, entre otras cosas, se encargó de cobrar 10% a cuanta operación se hiciera con dinero público, de ahí que fuera conocido en México y en el extranjero como Míster Ten Percent)

La absolución del caso fue emitida por un funcionario suplente en cuya sentencia emitió una expresión digna de ser reproducida en bronce: “Raúl Salinas se enriqueció excesivamente pero no de forma ilícita”. (Por lo pronto, esta columna propone que este apotegma sea considerado en competencia con el enunciado manifestado por al alcalde nayarita Hilario Ramírez: “Sí robe, pero poquito” y el grito popular: “No era penal”, como la frase del 2014).

Con la declaración de su inocencia le devolverán al prócer dos inmuebles, dos empresas y 31 cuentas bancarias. Y, no me haga mucho caso, pero al parecer el Grupo Higa le ha ofrecido construirle una casa en el lugar y de las dimensiones que él elija para que la pague mediante un crédito blando.

Una anécdota

El pasado lunes murió el licenciado Fausto Zapata Loredo. Recordaré una anécdota: En 1970 escribía yo un programa de televisión del extinto género cómico-musical. No existía Televisa sino Telesistema Mexicano y los programas los producían las agencias de publicidad o los llamados brókers. Éste del que hablo lo producía la empresa Pelayo-Calderón y Asociados, concretamente Juan Calderón, que también lo dirigía. El elenco lo constituían (por estaturas): Armando Manzanero, Sergio Corona y Anel.

Estaba en plena campaña electoral el candidato del PRI, licenciado Luis Echeverría. En otro orden de actuaciones teatrales, Sergio Corona representaba con éxito La Fiaca. Un día, grabando un sketch, Sergio improvisó y fingió que hacía una llamada al licenciado Echeverría. Al que los medios habían vendido como un hombre de hogar y prolífico padre de familia (ocho hijos). “Hola Luis -dijo Sergio- quiero invitarte a ver la Fiaca. Sí, es una obra familiar. Te mandaré boletos para tu esposa y todos tus hijos, aunque no quepan en la misma fila”.

La improvisación gustó. No hubo queja alguna así que nos seguimos. Cada semana Sergio hablaba con el candidato del PRI. Recuerdo una llamada que hacía mención al lema de la campaña: “Luis, desde que fuiste al teatro tienen mucha demanda los boletos de arriba y adelante”.

Hasta que una vez, al siguiente día de grabar, nos comunicó Mario de la Piedra, alto ejecutivo de Telesistema, que el programa de esta semana no podía pasar al aire. Al mismo tiempo se nos hacía una invitación al señor Calderón, al señor Corona y a mí para comer con el licenciado Fausto Zapata, a la sazón vocero del que ya era presidente electo. La cita fue en un lugar de comida china en el Pedregal. Cuando (por edades) Sergio, Juan y yo llegamos, ya estaba servida la mesa. Nos ofrecieron un trago. Apenas lo servían cuando raudo y veloz llegó Zapata, quien dijo más o menos esto: En primer lugar, una disculpa porque van a tener que hacer otra grabación. Las llamadas en broma con el licenciado Luis Echeverría Álvarez (aquí casi se puso de pie) tendrán que ser canceladas. Mientras el señor (aquí casi nos pusimos de pie los cuatro) fue candidato, las llamadas no se consideraron irrespetuosas. Pero ahora que es presidente electo (aquí sólo estaba de pie el capitán que trajo la cuenta), no se le puede tratar en broma. Firmó la cuenta y desapareció.

Dos años después, en una entrega del Heraldo, trofeo que otorgaba el periódico del mismo nombre, vi que el licenciado Zapata -en plenitud del pinche poder- se dirigía hacia donde yo estaba en actitud de extender la mano. Supuse que me había reconocido y me dispuse a saludarlo. Me dejó con la mano extendida, al que saludó fue a Héctor Lechuga, que estaba junto a mi. Me dio igual, yo fije la vista y encamine mis pasos hacía donde estaba Fanny Cano, que tampoco me saludó, porque no me conocía, pero admiré sus inusitados pectorales.