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El gobierno federal ya prepara un plan de chatarrización más, con la noble visión de sustituir los autos viejos y contaminantes por unidades nuevas que ahorren combustible y contaminen menos. Sin embargo, aun antes de conocer los alcances del plan que adelantó la Secretaría de Economía, se puede anticipar su fracaso, como ha sido el caso de todos los programas anteriores. El mayor distribuidor de autos en México no tiene competencia, su especialidad son los autos usados, con motores poco eficientes y en condiciones mecánicas deplorables. El mayor distribuidor de autos se llama corrupción y opera con cabal salud en prácticamente todo el país. Es, en términos financieros, un buen momento para plantear un programa de chatarrización y sustitución de unidades automotrices. Hay tasas bajas, hay una actividad económica deprimida, hay inflación baja, hay niveles recaudatorios altos que permitirían algún incentivo en el terreno de los impuestos. Los programas de incentivos automotrices son altamente efectivos en muchas economías. Ahora mismo en España hay ventajas para cambiar el coche. En Estados Unidos está el programa llamado Cash for Clunkers.

Este programa permitió la sustitución de casi 700,000 unidades en plena recesión, lo que tuvo implicaciones positivas, incluso para los exportadores mexicanos.

El problema es que hoy aquí en México pueden circular vehículos sin placas, sin verificación, sin pago de tenencias, como aquella camioneta van vieja y contaminante que vi hace unos días en el Periférico de la ciudad de México que no portaba otra cosa que una lámina con la leyenda Asociación Nacional de los Derechos Humanos.

En el lugar donde debería ir el engomado y la verificación había una fotocopia maltratada de un amparo.

Si eso pasa en el corazón de una ciudad que tanto dice cuidar el medio ambiente, ¿qué tanto no sucede en las calles de otras entidades del país?

Jueces que otorgan amparos, funcionarios aduanales que facilitan el paso, autoridades locales que suministran la circulación de 650,000 autos chocolate que acaban con una industria que paradójicamente triunfa en el extranjero pero fracasa en su propio mercado.

A la par que anunciaban el plan de sustitución de automóviles, el titular de la Secretaría de Economía, Ildefonso Guajardo, hacía una singular declaración política. Hablaba de combatir la informalidad con la política de la zanahoria y el garrote.

Declaración dominguera que olvida, sin embargo, que la corrupción y la impunidad hacen que ese garrote no esté siempre al servicio del Estado y sus intereses, sino a la orden del mejor postor.

Puede ser que la ciudad de México tenga más posibilidades de gozar de un programa de chatarrización gracias al endurecimiento de las medidas restrictivas de circulación.

A pesar de lo temeroso que se ve el gobernador del Estado de México, Eruviel Ávila, quien tiene ganas de echar para atrás la medida tan necesaria como impopular, al menos el Gobierno del Distrito Federal, a cargo de Miguel Ángel Mancera, asegura que no dará marcha atrás.

Es aquí pues, en la capital, donde hay más controles y puede funcionar un programa de sustitución. Dependerá, claro, de lo profundo y atractivo que resulte el famoso programa que ahora se anuncia.