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El señor está en su despacho a solas. Aunque lo suyo no es la lectura, su equipo de trabajo, el primer círculo de colaboradores que en realidad es un triángulo, encargó la manufactura de algo muy parecido a un teleprompter al que insertan los documentos que consideran debe conocer y así se le facilita la lectura de los mismos.

Auxiliado por este sistema, está leyendo una información sobre los depósitos de dinero de mexicanos en Estados Unidos, contenida en un documento emitido por el Sistema de Reserva Federal de aquella nación. Éste indica que los ciudadanos mexicanos manejan cuentas bancarias en el vecino país del norte por un total de 73,927 millones de dólares. Visto de manera comparativa, ésta cantidad es el equivalente a 95 por ciento del saldo de la deuda externa del gobierno federal que, según datos de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, alcanza 77,352 millones de dólares. Lo cercano de las cifras lo pone de buen humor y lo llena de confianza: En el poco probable caso de que nos quisieran cobrar lo que debemos en una sola exhibición -piensa- bastaría con pedirles a todos los compatriotas que tienen sus ahorros con los gringos los traigan al país. Con eso bastaría para darles un buen abono a nuestros acreedores. Luego reflexiona y concluye: Claro que no todos los paisanos regresarían su dinero. No es fácil. Tanto trabajo que cuesta ganar y lavar los dólares para traerlos de vuelta. Además, todo ese dinero está invertido. Como dijo Zedillo: no tienen cash.

Continuó leyendo, un dato le interesó: entre diciembre del 2012 y noviembre del 2014, las cuentas de compatriotas al otro lado de la frontera crecieron en 19,377 millones de dólares. Ahí está -delibera con coraje- y estos cabrones de la Iniciativa Privada que se quejan de que México ya no es negocio.

Un detalle lo impresiona: mientras los mexicanos incrementaron sus depósitos en 19,377 millones de dólares, ingresaron a nuestro país, en el mismo lapso, por concepto de divisas generadas por los paisanos trabajadores indocumentados 44,498 millones de dólares; lo que equivale a que por cada dólar que se fue de México nuestros migrantes enviaron 43 centavos de la misma moneda. ¡Pinches gringos pendejos! -comenta el señor que está leyendo-. ¿Por qué no dejan entrar a más mexicanos a trabajar a su país? Les conviene, por cada 43 centavos de dólar que los trabajadores pobres mexicanos sacan de allá para mandar a acá, los mexicanos ricos sacan un dólar de acá para depositarlo allá. Ése es negocio para ellos. La próxima vez que hable con Obama se lo voy a hacer ver. No te apendejes pinche afroamericano -le voy a decir- deja pasar mexicanos mojados, son buen negocio… Ah, y también le voy a reclamar por la muerte de Antonio Zambrano a manos de la policía de Seattle. ¡No me chingues colega! -le diré aunque sea en español- estás viendo que no me la acabo con los 43 de aquí y ustedes se joden a uno más. No marches.

Un aplauso interrumpe la reflexión. El señor busca de dónde proviene el solitario, pero entusiasta, palmoteo. ¿Quién anda ahí?-pregunta.

Yo, señor -contesta un hombre bajito de estatura con anteojos y el pelo rizado sobre la frente.

-Virgilio, ¿no me digas que cumpliendo con mi patriótica encomienda investigaste y encontraste que sí hubo conflicto de intereses entre mi esposa y la empresa a la que le compró la casa de las Lomas?

-No señor, que va. Según la ley, no tengo facultades para investigar contratos entre particulares y su señora esposa no es funcionaria pública, por lo tanto no está bajo mi jurisdicción el fincarle responsabilidad alguna.

-Bueno, ¿y que me dices del caso de Luis Videgaray Caso? ¿Qué hay sobre su casa en Malinalco?

-Pues verá señor, mi amigo y compañero del ITAM compró una casa a un grupo proveedor del gobierno; lo hizo con intereses preferenciales de 5.31 por ciento cuando los intereses de la banca nacional eran de 12.17 por ciento, así que de lo más que se puede calificar ésta operación es de “conflicto de bajos intereses”. Con otra: Luis compró la casa cuando no era funcionario gubernamental y ya la pagó, no se le puede acusar de nada. En cuanto a usted, señor presidente, ¿quién soy yo para juzgarlo? Ya lo dice la Constitución: al presidente de las República sólo se le puede someter a juicio por traición a la patria o por delitos graves del orden común.

-Es cierto. Además el presidente no otorga contratos, no adjudica compras ni obras, tampoco participa en ningún comité de adquisiciones, arrendamientos o servicios.

-Nada más vine a darle un aplauso y a informarle que la Secretaría de la Función Pública no existe. Usted propuso la derogación del artículo 37 de la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal, el Congreso dejó su propuesta en un transitorio y así la dependencia ha funcionado como despacho con un subsecretario.

-Ahora mismo volverá a ser secretaría. El presidente no otorga contratos, no adjudica compras ni obras, ni participa en comité de adquisiciones, arrendamientos o servicios, pero de que manda, manda. Ve con Videgaray, que pida prestado aunque sea con altos intereses para que la Secretaría de la Función Pública vuelva a funcionar.

-Como usted Higa, señor presidente, como usted Higa.