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México consiguió de la reunión del G7 de este pasado fin de semana en Canadá, sin estar invitado, seis aliados y un enemigo comercial encolerizado.

No se sabe qué le dolió más al presidente de Estados Unidos, si el apretón de manos del presidente francés o que sus seis aliados estratégicos lo evidenciaran como un insensato bravucón que está poniendo en peligro lo que tradicionalmente era un bloque occidental.

Desde la perspectiva mexicana, tras este tenso encuentro de Quebec lo que nos queda es la certeza de que junto con Canadá podemos hacer equipo en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

En medio de este tenso ambiente, el gobierno del primer ministro Justin Trudeau, ha refrendado que dentro del TLCAN no va la cláusula de terminación abrupta del pacto (sunset clause), aunque sí hay propuestas de revisar y modernizar con alguna frecuencia el tratado.

Tras la cumbre del G7 nos quedamos con la amenaza de Donald Trump de enfrentar una siguiente batalla dentro de esta declarada guerra comercial donde imponga aranceles a la importación de automóviles.

Podemos tener la certeza de que con el resto de los integrantes del G7 podemos fomentar una mayor relación de libre comercio y sacarle provecho a los acuerdos que de hecho ya tenemos con ellos. El tratado comercial con Europa y el TPP11 con Japón.

Y al interior de los Estados Unidos podemos tener la certeza de que hay demócratas y republicanos que se sienten preocupados, y quizá hasta avergonzados, de las actitudes de su presidente.

Por ejemplo, el senador republicano John McCain tuiteó un mensaje a sus aliados en el que señala que las mayorías bipartidistas de su país se mantienen pro libre comercio y pro globalización y respaldan las alianzas basadas en más de 70 años de valores compartidos. Remata diciendo que los estadounidenses los respaldan, aunque su presidente no.

¿Qué le queda al mundo ante la visión encolerizada, populista y egocéntrica del presidente Donald Trump? Simplemente esperar.

Para el caso mexicano lo mejor que le podría pasar en este tiempo en que hay que esperar a que los estadounidenses depuren su presidencia, es no enredar más la relación poniendo enfrente a otro personaje igual de encolerizado, populista y egocéntrico, porque eso va a enredar más las cosas.

Nos convendría más alguien con la preparación de un Trudeau o un Macron que el tacto populista de un Duterte o un Maduro.

Porque a pesar de lo amenazante e intransigente, además de insultante, que se puso Donald Trump con el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, en todo momento evitó invocar a un rompimiento del TLCAN.

México debería conducir la relación bilateral con Estados Unidos, y trilateral del TLCAN, de manera inteligente y paciente. Sin sobresaltos que acaben por provocar una mayor confrontación con ese país.

Trudeau fue insultado por Donald Trump y su reacción fue de estadista, es un hombre preparado y sensato que no se fue a organizar una asamblea a la plaza pública a preguntarle al pueblo bueno si debía romper con Estados Unidos.

El problema es que estamos en la antesala de nuestro propio arranque nacionalista-populista y los costos pueden ser muy elevados. Si tiene presente esa ya famosa fotografía de los líderes del G7 discutiendo todos con Donald Trump, ¿a quién se imaginaría usted que podría estar ahí como presidente de México discutiendo a ese nivel?