En pleno siglo 21, las imágenes continúan siendo aterradoras ante los ojos de cualquiera. Niños que caminan armados, uniformados y con la mirada de quien ha visto todo lo que nunca imaginó que existiría: la muerte a sangre fría
Más de 300mil niños en el mundo viven alrededor de conflictos armados, de un entorno inseguro y lleno de violencia que sus vidas quedan intimidadas por hombres armados y sangre fría, de acuerdo a datos oficiales de UNICEF.
Los roles de espías, mensajeros, cargadores, cocineras y hasta convertirse en una especie de piezas atractivas para ser canjeados de un grupo a otro, se tornan en un juego de vida y muerte, donde obedecer las órdenes de los mayores es clave para sobrevivir a costa de lo que sea.
Dejan de ser los jugueteos entre niños que corren a esconderse detrás de los árboles de la cuadra, o a lanzarse balas imaginarias con sus manos convertidas en pistolas y lanzarse al piso de manera dramática por haber recibido una bala perdida de su adversario.
Esos juegos terminaron para muchos niños que terminan actuando de una u otra manera porque no han tenido otra opción, porque nadie les dio a elegir y ante su vulnerabilidad e indefensión terminaron siendo acorralados, chantajeados y finalmente reclutados por grupos de la delincuencia organizada.
En pleno siglo 21, las imágenes continúan siendo aterradoras ante los ojos de cualquiera. Niños que caminan armados, uniformados y con la mirada de quien ha visto todo lo que nunca imaginó que existiría: la muerte a sangre fría.
Los números de Amnistía Internacional sobrepasan los 300 mil niños combatientes en alrededor de 86 países. Irán- Iraq, República Democrática del Congo, Costa de Marfil, Sierra Leona, Libia, Angola, Darfur y de este lado, Colombia, Brasil, Guatemala, Paraguay, Ecuador, Honduras, El Salvador y nuestro país operan grupos niños soldados y de paramilitares con niños y adolescentes.
Bien hemos leído y visto testigos de jóvenes y adultos que fueron parte de las FARC en Colombia, uno de los países que más ha expuesto a sus niños ante la violencia y la brutalidad de la guerrilla.
Niñas y niños se han convertido en víctimas inocentes de la brutalidad de una guerra, se han llenado de miedo y no les ha quedado de otra mas que entregarse a quienes parecen ser adultos y llevar el control.
Salen a defender territorios e intereses de quienes los han uniformado y les han dado una arma tan poderosa que comienzan a sentir un sentido de pertenencia y de dominio ante quien se les interponga en el camino.
Los testimonios que circulan por distintos medios son terribles, niños que han tenido que matar a sus propias familias como un acto de aprobación y de introducción a un mundo que les avecina cruel y sin ningún tipo de humanidad.
Si bien en México, la historia nos delata desde la Revolución Mexicana cuando niños y jóvenes formaron parte del ejército federal, en pleno siglo 21 vemos estas imágenes que hoy les presento.
Niños que caminan alineados unos tras otros, vestidos de jeans, gorras, huaraches o chanclas, paliacates que semi ocultan sus rostros y unas camisetas de color verde militar con una impresión grande a sus espaldas que dice que son parte de la policía comunitaria del municipio José Joaquín Herrera en el estado de Guerrero.
El mismo estado que ahora es “peleado” por un político violador y acosador de mujeres.
Más de 30 niños del poblado de Ayahualtempa, de entre 6 y 11 años se integraron, entiéndase como si hubiera sido de voluntad propia, a la policía comunitaria en la montaña baja del estado y a otro grupo de pequeños que ya cumplen 4 meses en el grupo.
Las fotos de David Guzmán de la agencia EFE, nos acercan una problemática grave en el tema de los derechos humanos y la infancia en nuestro país.
Dejando de lado mi interpretación de que para el propio David fue un momento rápido, de acelere y ligeramente de inexperiencia por las fotos vibradas y fuera de foco, rescato su valor para estar allí y hacer su trabajo.
Porque lo que vemos son niños, todavía pequeños con miradas inocentes, que si bien cargan un rifle, un arma o un palo en simulación de cómo debe sostenerla, sus ojos aún miran para todos lados.
Desconcertados, obligados y escoltados por hombres y mujeres. Como si fuera una especie de honores a la bandera en el patio de la escuela. Nuestra Bandera Nacional al fondo es portada por un hombre que encabeza a generaciones más grandes a su costado.
Ni siquiera la foto en donde tiene a un niño más cercano a su lente, de paliacate color naranja voltea a verlo de frente. Ningún pequeño voltea a las cámaras porque no entienden a ciencia cierta que pueden matar y que cuando lo hagan, aprenderán a mirar a cualquiera con sangre fría y una actitud brava y contestataria.
Estos niños que deberían de estar estudiando entre sexto de primaria y segundo de secundaria, terminarán muertos sin que sus propias familias los encuentren, pelearán causas que no son suyas, se harán adultos en cuestión de meses, sufrirán terribles secuelas físicas y emocionales y quienes un día les prometieron que eso sería un juego, también estarán muertos.
Un mundo de cabeza, porque aunque exista un Protocolo Facultativo, el cual prohíbe a gobiernos y grupos armados reclutar niños, niñas, jóvenes menores de 18 años para utilizarlos en conflictos bélicos, más de 80 países ignorar a la Asamblea General de las Naciones Unidas y lo siguen haciendo..
México es un ejemplo.
El presidente López Obrador, hace dos años, cuando recién arribaba al Palacio Nacional les dijo a los niños que en México serían atendidos con privilegios y que procuraría que no tuvieran ni pobreza, carencias y ni mucho menos satisfacción de necesidades básicas.
Estas fotos dicen todo lo contrario, hoy en el estado de Guerrero, tan solo lo que podemos ver gracias a esta cobertura es que muchos niños están perdiendo todo tipo de privilegios que deberían tener por el solo hecho de ser niños.
Las escenas podemos verlas una y otra vez y seguir dudando que eso pudiera estar pasando en nuestro país, y lamentablemente son tan ciertas
Allí van adultos a su alrededor, caminan como si se sintieran orgullosos de haber reunido a los pequeños del poblado y los tuvieran en su poder.
¿Se acuerda cuando escuchamos de Palacio Nacional decir “con los niños, no”?
Yo sí.