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Son diferentes las consecuencias en la economía de México y en la de Estados Unidos de una política monetaria restrictiva, aunque se busque que el efecto sea el mismo: controlar un aumento desmedido de la inflación.

En aquel país que tiene una economía más robusta, con mayor poder de compra de sus ciudadanos y una bancarización tan extendida, un aumento en el costo del dinero sí provoca una baja en el consumo y un incremento del ahorro de los consumidores.

Acá, el efecto en el consumo al menudeo es mínimo, aunque sí provoca que el costo de oportunidad del gasto se vuelque más hacia el ahorro entre muchos agentes económicos. Es la atracción de recursos hacia instrumentos denominados en pesos lo que ayuda a la estabilidad cambiaria.

Es, por lo tanto, más sencillo que una política monetaria restrictiva estorbe más a un presidente como Donald Trump que a un mandatario como Andrés Manuel López Obrador. Lo que tampoco significa que pueda ser totalmente tersa la relación entre el Banco de México y el próximo gobierno.

Es un poco naif pensar que el próximo gobierno podría dar más facultades al autónomo banco central para que, además de tener controles sobre la expansión inflacionaria, pudiera meter la mano en materia de crecimiento económico, como lo hace la Reserva Federal.

Si algo necesita el siguiente gobierno es pleno control sobre las variables económicas para aplicar su estilo de gobernar, que a reserva de verlo ya en acción parece que será todo menos ortodoxo.

Pero mientras la Junta de Gobierno tenga la composición actual, no dejará de expresar sus puntos de vista en materia de la conducción económica, desde su trinchera monetaria.

Hoy, es ya un tema al interior del banco central la preocupación sobre el manejo fiscal de la siguiente administración. Esperan atentos a conocer el diseño del paquete económico del próximo año para encender, o no, las luces de alerta en materia de disciplina financiera.

Puede entonces el Banco de México convertirse en uno de los más férreos críticos de la conducción económica del siguiente gobierno, lo que seguramente no gustará en los círculos gubernamentales.

Como responsables del control inflacionario, los integrantes de la Junta de Gobierno no se deberían tocar el corazón para mantener a raya las presiones inflacionarias que invariablemente surgen cuando hay indisciplina en el manejo de la macroeconomía.

Es un hecho que puede ser tensa la relación entre dos visiones muy diferentes de cómo llevar la economía de un país. Si bien la autonomía garantiza la independencia de las decisiones del Banco de México, es un hecho que un gobierno que tenga el control político total puede ir borrando esta independencia con la renovación de los integrantes del propio banco.

Hay una promesa de disciplina fiscal por parte del presidente electo, expectativa que se contrapone a los costos de todos los planes de gasto que tiene. Sin embargo, si es real ese compromiso de un manejo prudente de la economía mexicana, no debería haber ningún roce o mala relación entre las autoridades fiscal y monetaria. Al tiempo.