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Una tabla con rueditas va cargada de ocho sixpack de cervezas, un par de hieleras, tres pacas de ropa, cuatro cajas de zapatos, dos lámparas y un televisor. El que empuja trae una camiseta de la selección mexicana, pantalones de mezclilla y una gorra de los Yanquis. Para dar velocidad al movimiento de la mercancía, hay otro que jala. Ese trae unos pants, calza tenis y una banda en el pelo, como si fuera Karate Kid. Se agacha, parece que trata de impedir que una piedrita frene la tabla con el cargamento. Dos uniformados están ahí, pero miran para otro lado.

La Paz y Los Cabos son escenario de saqueos y rapiña. Comercios, hoteles, oficinas públicas y hogares están a la merced de hordas. No hay defensa que pueda salvaguardar hoteles, tiendas y edificios. Personas, como usted y como yo, están atrincheradas en sus casas. Indefensos.

Al cuarto día del impacto de Odile en la península, ya todos sabemos lo que necesitábamos saber de meteorología. Con urgencia necesitamos un curso rápido de psicología o sociología para entender ¿qué está pasando?

Baja California vive en estas horas cosas parecidas a las vivieron los chilenos en el 2010, luego del terremoto. “Uno puede entender que se lleven comida, pero ¿por qué una televisión de plasma?”, refería uno de los comerciantes de Concepción, en Chile. hace cuatro años.

Una persona pierde su identidad moral cuando se encuentra en medio de un grupo grande, explica James Thompson, profesor de psicología en la University College de Londres. “La moralidad es inversamente proporcional al número de observadores. La empatía y la culpa se corroen. Cuando estás acompañado de un grupo grande, relativamente anónimo, es posible hacer lo que quieras”.

Los londinenses tuvieron su experiencia con los saqueos en el verano del 2011. En ese episodio, los televisores de plasma fueron los objetos más saqueados; seguidos por las zapatillas deportivas y la ropa de moda. Las crónicas de los diarios británicos subrayaban una curiosa división del trabajo: los hombres enfrentaban a la policía; mujeres y niños entraban a las tiendas.

“Los saqueos le otorgan poder inmediato a aquellos que no lo tienen, eso es muy contagiante”, dijo a la BBC John Pitts, un criminólogo inglés. “El número de participantes en un motín es muy importante. El panorama cambia cuando los manifestantes sienten que tienen el control”. Los psicólogos sociales se refieren a la norma emergente. Si el resto está saqueando es porque eso es lo “normal” en estos casos o, al menos, una actividad que pueden llevar a cabo sin recibir ningún castigo.

Lo que se está viviendo en Baja California Sur recuerda también a lo ocurrido en Cancún en 2005, con Wilma. Allí también se produjo un estado de excepción. El fenómeno meteorológico abrió la puerta a los fenómenos sociales: saqueos, rapiña y violencia. La desigualdad social y económica exacerba la tensión, subrayan los expertos que han estudiado este comportamiento. México es uno de los países más desiguales del mundo.

Las situaciones límite, como la que se vive en Baja California Sur, revelan mucho de quiénes somos. Son una fotografía grotesca de la sociedad en que vivimos, llena de rebeldía insolidaria. ¿Cómo actuaríamos si se produjera un terremoto como el de 1985?

PS.

Hoy se cumplen 29 años del terremoto que cimbró a México. Sirva esta columna para reconocer el heroísmo y la solidaridad de entonces… también la de ahora.