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Me desperté ayer con la noticia de que había muerto Carlos Tello Macías y toda una época de México, mi propia época, pasó como un resplandor tras el recuerdo de su amistad.

Dice Kant que cada hombre debe actuar como si su conducta fuera a ser la norma para todos los hombres.

No creo haber conocido un ser humano tan cercano a esta norma, tan dispuesto a jugarlo todo para cumplirla, como Carlos Tello Macías.

Si todos los funcionarios públicos de México hubieran tenido la integridad, la honestidad y la dedicación a su materia de Carlos Tello, México sería no sólo un mejor país de lo que es, sino un país extraordinario, con un gobierno envidiable, de funcionarios sin par.

Si todos los hombres de pensamiento hubieran tenido la formación, la constancia, el respeto por los hechos y por sus convicciones de Carlos Tello, nuestra vida intelectual estaría entre las mejores del orbe.

Si todos los hombres públicos del país hubieran sido capaces de dejar constancia, como autores, de su paso por el gobierno, como hizo Tello, tendríamos una memoria incomparable de nuestra vida política según sus propios actores.

Carlos Tello fue funcionario aprendiz en el desarrollo estabilizador; fue protagonista del intento de salto hacia delante del presidente López Portillo, en busca de la abundancia y de la igualdad, que terminó en el desastre, como todas las utopías.

Fue luego el diplomático que sirvió por igual en la URSS, durante su derrumbe, y en Cuba, durante el “periodo especial”. Fue luego director del Instituto Nacional Indigenista, en la inminencia de la rebelión de Chiapas.

A partir del año 2000 fue el académico dedicado a profundizar su mirada sobre México, con el ojo puesto siempre en la herida central de la desigualdad, la herida no cerrada de nuestra historia.

Su libro, La disputa por la nación (1981), escrito con Rolando Cordera, mantiene una actualidad polémica y diagnóstica extraordinaria.

Sus memorias, Ahora recuerdo (2014), son las de una “biografía cumplida”, como escribió José Woldenberg:

“Estuvo en el centro de acontecimientos que modelaron el rostro del país, preocupado siempre por las enormes desigualdades y por las fórmulas eficaces para construir un México para todos” (Biografía cumplida, Nexos, José Woldenberg, febrero 1, 2014).

Descansa en paz.