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La indignada reacción presidencial sobre la hazaña de agentes estadunidenses en México se justificaría únicamente si el objetivo hubiese sido su gobierno y no una sanguinaria y letal organización delictiva multinacional. 

Más allá de la redefinición que algunos senadores republicanos impulsan en su Congreso para combatir a las principales bandas mexicanas del narcotráfico, el gobierno de Joe Biden enfrenta, de facto, cuando menos al violento y poderoso grupo de Los Chapitos con la óptica que combate a los terroristas de Al Qaeda o el Estado Islámico.

El tratamiento responde a la importancia que a esa pandilla le da el fiscal general Merrick B. Garland, al asegurar que el llamado cártel de Sinaloa realiza, desde hace ocho años, “la operación de tráfico de fentanilo más grande, violenta y prolífica del mundo”.

De ahí que la fiscal general adjunta, Lisa O. Monaco, afirme:

“Así como hemos atacado a terroristas y ciberdelincuentes en todo el mundo, el Departamento de Justicia está librando ahora una campaña incesante para interrumpir la producción y el tráfico de fentanilo…”.

En compañía de la directora de la Drug Enforcement Administration, Anne Milgram, y del fiscal de Estados Unidos para el Distrito Sur de Nueva York, Damian Williams, ambos funcionarios revelaron detalles de la investigación en que sustentan las acusaciones contra tres hijos de Joaquín El Chapo Guzmán: Iván Archivaldo, Jesús Alfredo y Ovidio (éste en una cárcel mexicana y en proceso de extradición) y otras 25 personas por tráfico de fentanilo, armas y lavado de dinero (20 radicados en México, cuatro en China y uno en Guatemala).

Los Chapitos planearon, en palabras de Iván Archivaldo, inundar en EU las “calles de yonquis” (adictos a la heroína) fabricando y transportando “asombrosas cantidades de fentanilo elaborado con productos químicos chinos”, dice el informe.

Alimentada en gran parte por el cártel de Sinaloa, “la crisis del fentanilo en su país amenaza nuestra salud pública y nuestra seguridad nacional”, sostiene la directora de la DEA, advirtiendo que esta agencia “no se detendrá ante nada para proteger la seguridad nacional y la salud del pueblo” estadunidense.

Y reveló que durante el último año y medio la DEA se infiltró en el cártel de Sinaloa y la red Chapitos, teniendo “acceso sin precedente a los niveles más altos de la organización y los siguió por todo el mundo”.

Es apenas, advirtió, “el comienzo de nuestro trabajo como One DEA para desmantelar cada parte de los cárteles criminales que están matando estadunidenses a un ritmo récord…”.

Pese a las evidencias en contrario, el presidente López Obrador sigue negando que en México se produzca fentanilo y, en vez de reconocer lo que su gobierno no ha podido, asumió la novelesca investigación como un agravio al considerarla “una intromisión abusiva, prepotente, que no debe de aceptarse bajo ningún motivo”.

Si “amor con amor se paga” y para quedar tablas, mejor que ordene infiltrar en EU a los traficantes de armas…