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uego del tropiezo que tuvo el martes al calificar de “víctimas circunstanciales” a los dos jesuitas asesinados el lunes en pleno, irreprochable y encomiable cumplimiento de su ministerio sacerdotal y no por casualidad, la gobernadora de Chihuahua, Maru Campos Galván, dio ayer un oportuno golpe de imagen pública, sobre todo frente a la Federación, al anunciar antes que nadie la localización de los cadáveres y atribuir el hallazgo (“hemos logrado”, enfatizó) a la Fiscalía General del estado y su titular, Roberto Fierro Duarte.

Del descubrimiento informó en un video subido a las redes horas después de saberse que 250 efectivos del Ejército habían sido enviados a municipios aledaños al pueblo de Cerocahui, en la sierra Tarahumara, para intentar localizar los restos.

La tarea de encontrarlos (tanto de los jesuitas como del guía victimados por José Noriel Portillo Gil, alias El Chueco) era tan difícil que se antojaba imposible, ya que según la Comisión Nacional de Búsqueda, en su cuenta de principios de mayo, se acumula en Chihuahua la desaparición de tres mil 462 personas cuyas familias continúan buscando.

El motivo de enviar a los militares bien puede cambiarse por el de la localización del asesino, sobre quien pesan desde hace años órdenes de aprehensión por diversos delitos relacionados con el narcotráfico y al menos otro asesinato.

La captura, sin embargo, dado que la narcobanda se mueve como quiere en la vastedad de la Tarahumara, puede tornarse tan ilusoria como cuando la “expedición punitiva” de 10 mil soldados del ejército estadunidense pretendió sin éxito, durante casi un año, apresar a Pancho Villa (por el ataque a Columbus).

Queda en el misterio cuándo y con qué cantidad de personal civil y militar será capturado el asesino.  Con la violencia desbordada, es pésima señal el nombramiento de la candidata perdedora de Morena al gobierno de Nuevo León, Clara Luz Flores, como titular del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.

La compensación del puesto asombra porque la señora, muy probablemente, perdió las elecciones por quedar como una mentirosa, ya que negó nexos con Nxivm, lo cual se demostró con el video en que se le ve ante una mesa platicando con el perpetrador de tráfico sexual y otros delitos, Keith Raniere (cabecilla de aquella secta, sentenciado a 120 años de cárcel).

Desde luego, justo es decir que fueron muchísimas las personas que confiaron en ese delincuente pero que, como la nueva funcionaria federal, no cometieron crimen alguno.

Aunque como presidenta municipal de Escobedo y siendo aún militante del PRI fue reconocida por el enfoque de proximidad que le dio a la policía local, esa experiencia se antoja ínfima para la responsabilidad que se le asignó en el seguimiento a los acuerdos del Consejo Nacional de Seguridad Pública.

En ella quizás aplica la receta del reclutamiento en boga: 90 por ciento honradez, 10 por ciento experiencia…