Los tres meses que le quedan al año podrán ser para nuestro país de mejores datos económicos, pero de mayor tensión financiera. El epicentro de las turbulencias está claramente en la política monetaria de Estados Unidos y el giro que ya empezó a dar hacia la normalización de sus decisiones, desde una postura hiperlaxa desarrollada … Continued
Los tres meses que le quedan al año podrán ser para nuestro país de mejores datos económicos, pero de mayor tensión financiera. El epicentro de las turbulencias está claramente en la política monetaria de Estados Unidos y el giro que ya empezó a dar hacia la normalización de sus decisiones, desde una postura hiperlaxa desarrollada como antídoto a la baja actividad económica.
Este mes acabaría la tercera edición del plan de liquidez de la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed), al que le quedan 15 mil millones de dólares canjeados al mes. Y como no hay una fecha clara para el reinicio del aumento en las tasas de interés, se deja abierta la puerta para la especulación.
Por eso es que cada dato de desempleo o de comportamiento económico de Estados Unidos es una invitación para el nerviosismo. Los tiburones más bravos de los mercados se moverán en el último minuto hacia los mejores rendimientos, pero los más nerviosos ya iniciaron el vuelo a la calidad desde los mercados emergentes.
Por eso es que en estos tiempos de piel de cebolla en los mercados todo pesa, todo cuenta como señal. Hay datos contundentes como un conflicto entre rusos, europeos y ucranianos. Hay otros que también inquietan como la guerra que vimos en la franja de Gaza entre israelíes y palestinos.
Hay otras señales muy locales para los mercados, pero contundentes, como la salida de Bill Gross de la empresa Pacific Investment Management (Pimco), con todo lo que esto implica para el manejo de fondos en pesos mexicanos.
Pero hay eventos que pueden provocar reacciones muy adelantadas, por no decir que exageradas, como el referéndum de Escocia o las manifestaciones en Hong Kong que pusieron como locos a los mercados.
Sin embargo, hoy Brasil es otra cosa. Las elecciones del próximo domingo tienen muy nerviosos a todos. Por supuesto a los brasileños que están cerca de la reelección de Dilma Rousseff sobre su más cercana competidora, Marina Silva.
La economía y las finanzas brasileñas están prendidas con alfileres y tal parece que sea cual sea el resultado, algunos de estos frágiles pegotes van a caer.
El primero podrá ser la economía que ya está en el terreno recesivo. Pero de trascendencia mundial están sus indicadores financieros, empezando por la cotización del real frente al dólar.
La depreciación de la moneda local se ha agravado por esta turbulencia global, pero es tan fuerte el componente local que podría ser el primer barco del que salten los capitales. Esto anticiparía una devaluación más acelerada que termine por provocar una situación de crisis en ese país sudamericano.
Paradójicamente, lo que más altera a los mercados es que las cosas sigan como están. Esto es, que la señora Rousseff se mantenga en la silla y se aferre a sus políticas económicas que tiraron al piso el milagro brasileño de su padrino, Luiz Inácio Lula da Silva.
Brasil, pues, se antoja como un foco amarillo en estos tiempos turbulentos. Si el real sucumbe ante las presiones políticas y financieras, seguro que podría tener réplicas en nuestros propios mercados financieros.