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Llegó a la prensa de Estados Unidos la decisión del gobierno mexicano de aplicar aranceles a una larga lista de productos importados de aquellos países con los que México no tiene un acuerdo comercial, que para fines pragmáticos hay que resumir en los aranceles de México a China.

Pero lo que más repercutió y consiguió titulares más importantes fue la reacción negativa que tuvo el gobierno chino ante la decisión de la administración de Claudia Sheinbaum.

Aquella advertencia de “actúen con cautela y piénsenlo dos veces” es el tipo de reacciones que aman y esperan en Estados Unidos porque ubica a México en el lado correcto de su ecuación.

Y ahí sí, la historia del gobierno mexicano que aplicará aranceles de 50% a los autos chinos y que Pekín no recibió con agrado la noticia, inundó los titulares de la prensa especializada en economía y finanzas, pero también de otros medios que destacan el gesto mexicano como valiente.

Resulta interesante que muchos medios europeos hicieron ver esta medida mexicana como el éxito de la presión estadounidense sobre el gobierno mexicano, vamos, más del lado de una derrota en la política internacional de Claudia Sheinbaum.

No vamos a ver a los partidos políticos de oposición mexicanos decir algo bueno de esta determinación, porque además tienen el manjar del incremento en los impuestos a los refrescos y hasta a los ahorros.

Pero la realidad es que se requirió de una decisión estructural, de Estado, optar por abrir los canales para una satisfactoria relación futura con Estados Unidos, a cambio de renunciar a una parte del comercio que ayudaba a mantener a los electores-consumidores contentos con esos productos chinos baratos.

Es un hecho que hay que decir, la presidenta Sheinbaum tiene al menos un par de secretarios muy eficientes, Marcelo Ebrard en Economía y Omar García Harfuch en Seguridad, y a los dos los deja trabajar.

Hay una inocultable influencia de las presiones estadounidenses en ambos temas, comercio y seguridad, pero bien pudo optar este régimen por estirar la liga y responsabilizar de las consecuencias a Trump.

En términos de costos políticos en el corto plazo era más fácil no destapar públicamente la cloaca del huachicol fiscal en la Marina y no meterse con las importaciones chinas, que tomar esas dos determinaciones que lo primero que hacen es marcar una línea divisoria con el sexenio anterior.

Ninguna de las dos medidas tiene ya vuelta atrás, por más control de daños que la propaganda populista quiera maquillarlo cada mañana.

En el caso del comercio con China, el anuncio está hecho y lo único que procede es que se aprueben los cambios legales que se necesiten para que a la vuelta de un mes entren en vigor esas tarifas comerciales.

Sin tener la certeza de que realmente eso hará que el errático gobierno de Donald Trump lo tome como suficiente para emprender una satisfactoria revisión o renegociación del acuerdo comercial hoy vigente.

Sin embargo, queda claro que las decisiones que ha tomado el gobierno mexicano, al menos en ese par de temas se deben respaldar y hacer notar la diferencia con su antecesor.