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Los sauditas podrían llevar al petróleo por debajo de los 65 dólares. Esto podría pegarle a los ingresos públicos y minimizar el impacto de la reforma energética.

Arabia Saudita ha empezado una guerra de precios en el mercado de petróleo. Por eso el barril ayer tocó su nivel más bajo desde octubre del 2011. Los futuros del WTI están debajo de 76 dólares. ¿Qué tan lejos está dispuestos a llegar los saudís? Dependiendo de la respuesta, los precios se mantendrán en los niveles actuales o romperán el piso de los 65 dólares.

Arabia Saudita sigue siendo el productor más influyente. Tiene reservas por 266 mil millones de barriles y una capacidad de producir hasta 12.5 millones de barriles diarios. Lo más importante es que tiene los menores costos del orbe: entre 4 y 6 dólares por barril. Su margen de maniobra es enorme. Se complementa con unas reservas internacionales que suman 750 mil millones de dólares.

La decisión saudí de bajar los precios que ofrece en Estados Unidos puede leerse de muchas formas. La primera es que representa un intento por recuperar cuota de mercado en territorio estadounidense. A mediados de la década pasada, vendía allí más de 1 millón de barriles diarios. Ahora vende apenas 609,000 barriles. Recuperar parte de ese terreno perdido es estratégico. Los árabes entienden que el nombre del juego ahora es ganar cuota de mercado, más que obtener el precio más alto por barril. Los mercados para el crudo son más competidos de lo que eran hace 10 años. El factor más desestabilizador son los productores de shale de Estados Unidos.

Los sauditas saben que bajar precios en un mercado que ya tenía presiones bajistas puede generar reducciones adicionales. Ellos están dispuestos a correr el riesgo de la inestabilidad. Tienen la carrocería para aguantar el impacto. Si el barril queda bajo de la marca de los 60 dólares, quedarán fuera de mercado gran parte de los productores de shale de Estados Unidos. Con ese nivel de precio, además se volvería inviable la inversión en nuevos proyectos en países que tienen amplias reservas shale. Este es el caso de México y Argentina.

Un escenario de petróleo a la baja pegaría con fuerza a dos de los mayores rivales de Arabia Saudita: Irán y Rusia. Los iraníes rivalizan con Arabia Saudita por el liderazgo entre los musulmanes de Medio Oriente. Para compensar las sanciones internacionales, Teherán necesita un barril de petróleo que esté arriba de los 110 dólares. Rusia aspira a crecer en influencia en zonas claves para Arabia Saudita. Una prueba de ello es Siria. Cada dólar que cae el petróleo le cuesta 2 mil millones de dólares anuales a Rusia.

Arabia Saudita no sólo piensa en eliminar competidores, sino en un escenario donde la baja en los precios podría reactivar la economía mundial. Cada 10 por ciento de baja en el precio del petróleo implica 0.15 por ciento de crecimiento adicional en el consumo mundial. Ese consumo se traduce en un incremento en la demanda de petróleo de 500 mil barriles diarios, según Goldman Sachs. Una baja de 20 por ciento del precio del petróleo sería equivalente a un estímulo de 1.1 billones (millón de millones) de dólares en la economía mundial.

México no está en el radar de Arabia Saudita cuando toma sus decisiones. Esto no quiere decir que no seamos afectados con fuerza por sus acciones. Una guerra de precios le pega a los ingresos públicos actuales y minimiza el impacto de la reforma energética. No es lo mismo buscar inversionistas cuando el barril vale 110 dólares, que cuando vale 70. ¿O ustedes creen que sí?