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Rusia, Arabia Saudita, Angola y Azerbaiyán poco se parecen en términos económicos, políticos o sociales. Pero tienen al menos un par de cosas similares, junto con otras 15 naciones: petróleo y sentido común.

México tiene petróleo, pero bajo el actual régimen hay una enorme carencia de sentido común. Y lo hemos visto en temas internos, como la manera en que el presidente Andrés Manuel López Obrador subestimó la peligrosidad del Covid-19, que puede explicar por qué mucha gente cree que esa enfermedad es un mito.

Ha sido esa imposibilidad de ver con claridad la realidad, y no de manera dogmática, la que hace que se deje a la economía de este país a la deriva sin planes de alivio ante la recesión y mucho menos con planes para eventualmente iniciar una recuperación.

Es esa terquedad la que hace que un acuerdo global en materia petrolera se haya mantenido en vilo porque la 4T mexicana tiene otros datos y otros planes petroleros para su futuro, que quizá los conservadores y neoliberales del resto del mundo no logran comprender.

Lea este fragmento de un discurso que bien podría ser parte de cualquier alegato contemporáneo del gobierno mexicano: “Por ello nuestras ventas de petróleo al exterior se hacen y se harán al mejor precio, mediante contratos a plazos convenidos (…) Pensamos en relaciones equitativas y por ello no entraremos jamás a mercados ocasionales y especulativos, que desorganizan todavía más la economía mundial y que más tarde nos afectaría negativamente”.

Este fragmento no es un posicionamiento del gobierno de López Obrador, es parte del Tercer Informe de Gobierno de José López Portillo, leído ante el Congreso el 1 de septiembre de 1979.

Fueron los años en que México cavó su tumba financiera por las malas decisiones en materia petrolera y económica. Eran los años en que el poder se enfrentaba con los empresarios.

Y es que es ahí donde está ubicado en el tiempo el actual gobierno. No en el México de los 50 y 60 del llamado Desarrollo Estabilizador y tampoco está en el mundo contemporáneo que exige que un presiente entienda que debe hacer alianza con otros países del mundo con un objetivo común.

La 4T está justo al pie de ese abismo de los 70 y 80 cuando malas decisiones, como aquellas de López Portillo, de empeñarse en fijar un precio para el petróleo mexicano en contra de lo que ocurría en los mercados mundiales, de no tomar medidas a tiempo para prevenir una crisis económica. Es en ese borde de las malas decisiones de funestas consecuencias para todos donde está parado hoy el gobierno de López Obrador.

Hace falta tener más que las coberturas petroleras para sentirse a salvo en materia de ingresos petroleros. La cooperación internacional es determinante para encontrar equilibrios en un mercado que está totalmente desarticulado por la pandemia.

El sacrificio de bajar 10% la producción petrolera mundial es en el entendido de que el coronavirus SARS-CoV-2 le ha costado al mundo una baja en la demanda de más de 20 por ciento. Lo que cuenta es la señal, las ganas de hacer algo en conjunto por un mercado en crisis.