Elecciones 2024
Elecciones 2024

En lo que resta de 2019 tendrá lugar la tercera y última etapa del súperciclo electoral: una maratón de seis elecciones presidenciales. A finales de este año, 15 de los 18 países de la región habrán celebrado sus elecciones presidenciales en un periodo de sólo 36 meses (2017-2019).

En 2017 tuvieron lugar las elecciones de Ecuador, Chile y Honduras. En 2018 se celebraron las elecciones de Costa Rica, Paraguay, Venezuela (una farsa electoral), Colombia, México y Brasil. Por su parte, el calendario electoral 2019 se desagrega en dos etapas: tres elecciones en Centroamérica: El Salvador, Panamá y Guatemala, que ya tuvieron lugar durante el primer semestre, y otras tres en América del Sur:
Bolivia, Argentina y Uruguay, que se llevarán a cabo durante el mes de octubre.

Un contexto complejo

Este rally electoral tiene lugar en un contexto económico, social y político caracterizado por la alta incertidumbre, volatilidad, polarización y tendencias populistas. El crecimiento económico regional será mediocre: 1.3% según el fmi, pero con diversidad de situaciones entre los países. La pobreza se mantendrá alrededor del 30%, la disminución de la desigualdad permanecerá estancada y el mercado laboral continuará siendo incapaz de generar los empleos de calidad que la región necesita.

Todas las encuestas ponen de manifiesto el sentimiento de fatiga democrática que recorre a América Latina, justo cuando se celebran los 40 años del inicio de la Tercera Ola democrática (1978-1979). Los datos del Latinobarómetro 2018 evidencian la crisis de la mediana edad que atraviesa la democracia latinoamericana: el apoyo a la democracia cayó al 48%; la indiferencia entre democracia y autoritarismo
subió al 28%; la insatisfacción con la democracia trepó del 51 al 71%, mientras la satisfacción disminuyó del 44 al 24 %.

El calendario electoral 2019

En la elección presidencial salvadoreña del 3 de febrero, el joven candidato anti-establishment, Nayib Bukele, obtuvo una victoria cómoda en la primera vuelta, infligiéndole una dura derrota al bipartidismo salvadoreño. Pese a su holgado triunfo, Bukele –quien acaba de asumir– tendrá que hacer frente a una agenda cargada de desafíos, entre ellos garantizar la gobernabilidad al encontrarse en minoría en el
Congreso.

En las elecciones panameñas del pasado 5 de mayo, Laurentino Cortizo (Partido Revolucionario Democrático−prd−) obtuvo un estrecho triunfo frente a Rómulo Roux (Cambio Democrático). Como viene ocurriendo desde 1989, habrá alternancia. La diferencia con el pasado reciente estriba en que el prd (de centro izquierda) tendrá mayoría en la Asamblea Nacional gracias a su alianza con su socio molirena (Movimiento Liberal Republicano Nacionalista).

La primera vuelta de las elecciones guatemaltecas tuvo lugar el 16 de junio, proceso electoral que se caracterizó por un alto nivel de incertidumbre, marcada fragmentación y excesiva judicialización. De las tres candidatas que aparecían mejor posicionadas en las encuestas: Zuri Ríos, la exfiscal Thelma Aldana y la ex primera dama Sandra Torres, únicamente esta última siguió en pie, mientras las candidaturas de las dos primeras fueron denegadas por la Corte de Constitucionalidad. Torres, si bien ganó la primera vuelta con el 25% de los votos, al no haber alcanzado la mayoría absoluta, deberá disputar en una segunda vuelta con Alejandro Giammattei, el próximo 11 de agosto.

Las elecciones del Cono Sur

Por su parte, las tres elecciones sudamericanas también se caracterizan por un alto nivel de incertidumbre.

En Bolivia, el 20 de octubre, el presidente Evo Morales buscará su cuarto mandato consecutivo. La derrota sufrida por Evo en el referéndum del 21 de febrero de 2016 le había cerrado la posibilidad de buscar una nueva postulación. Sin embargo, Morales forzó la Constitución y con la ayuda de la justicia (bajo su influencia) logró que lo habilitaran a buscar un nuevo mandato. Las últimas encuestas dan una leve
ventaja a Evo sobre el expresidente Carlos Mesa, principal candidato opositor. Tras 13 años de gobierno de Evo, la oposición tiene posibilidades de llegar al poder, siempre y cuando logre unirse y sepa conquistar el voto de los indecisos, quienes por su alto número son los que determinarán el resultado final.

En Argentina, las elecciones del 27 de octubre tendrán lugar en un contexto de complejidad económica y alta volatilidad. De momento las encuestas dan cuenta de una reñida disputa entre la fórmula que lideran el presidente Mauricio Macri y Miguel Ángel Pichetto, y el binomio encabezado por Alberto Fernández y la
expresidenta Cristina Fernández de Kirchner (en calidad de vicepresidenta). La marcada polarización y preeminencia del voto “anti” (anti-kirchnerismo o anti-Macri), probablemente dejará poco espacio a otras fuerzas políticas. Lo cierto es que la campaña se “peronizó”: cinco de los seis candidatos de las tres principales fórmulas son peronistas. A cuatro meses de la primera vuelta, todos los escenarios están
abiertos, incluso la integración definitiva de las fórmulas, las cuales quedarán oficializadas el 22 de junio y confirmadas en las elecciones primarias del 11 de agosto. Tampoco está claro si a la hora de votar, el miedo (frente a un eventual regreso del kirchnerismo) superará la decepción (debido al mediocre gobierno de Macri) o si será a la inversa. La única certeza es que la gobernabilidad será el gran desafío del
nuevo presidente, ya que quien resulte electo no contará con mayoría propia en el Congreso.

El mismo 27 de octubre, los uruguayos celebrarán las elecciones generales más inciertas y competitivas desde 1989. El Frente Amplio acusa un importante nivel de desgaste luego de tres periodos consecutivos de gobierno, una economía en problemas y no contar con ninguna de sus dos figuras principales para
disputar la presidencia: Mujica y Vázquez. Los candidatos actualmente mejor posicionados, que deberán ser confirmados en las elecciones internas del próximo 30 de junio, son: Daniel Martínez (Frente Amplio), Luis Alberto Lacalle Pou (Blanco) y Julio María Sanguinetti y Ernesto Talvi (Colorado). Todo pareciera indicar que habrá necesidad de ir a una segunda vuelta y que el nuevo mandatario no tendrá mayoría
propia.

Tendencias

De las 12 elecciones celebradas a la fecha (del total de 15), podemos identificar las siguientes tendencias:

1. La casi totalidad de los procesos electorales se caracterizan por un alto nivel de malestar ciudadano con la política y las élites, fenómeno que me lleva a calificarlos como las elecciones del enojo. Este sentimiento de malestar generó en varios países un voto “anti”, un voto de rechazo hacia el gobierno y
los partidos tradicionales, unido a la irrupción de candidatos anti-establishment, con un fuerte sesgo personalista. Jair Bolsonaro en Brasil, Andrés Manuel López Obrador y Bukele son los tres principales ejemplos de esta tendencia −pero no los únicos−, fenómeno que por cierto lo estamos viendo no sólo en nuestra región sino también en muchos otros países del mundo: Trump, Orbán, Duterte y, más recientemente, Zelensky en Ucrania.

2. Instituciones políticas débiles, con bajos niveles de credibilidad y legitimidad, especialmente los partidos políticos y los Congresos, lo cual aumenta la posibilidad de la llegada de candidatos con un discurso anti-política tradicional y un mayor nivel de personalización, una suerte de Quijotes que vienen a luchar contra la “vieja política y sus vicios”. En un buen número de países los partidos tradicionales la están
pasando verdaderamente mal, sobre todo en las elecciones presidenciales pero no de igual manera en las elecciones legislativas, lo cual genera una dificultad adicional a la hora de gobernar.

3. La mayoría de estas elecciones se caracterizan por un alto nivel de incertidumbre, volatilidad y polarización, determinando que las opciones de centro no fuesen una alternativa atractiva en la gran mayoría de los procesos (particularmente en Brasil y Colombia).

4. Los sectores medios, más pragmáticos que ideologizados, exigentes y poco pacientes, jugaron un papel clave al buscar candidatos que sintonizaran con sus demandas y que ofrecieran resultados rápidos y concretos.

5. Mientras que en las tres principales economías: Colombia, México y Brasil hubo alternancia, lo mismo que en Chile, El Salvador, Panamá y Guatemala, por el contrario en Ecuador, Costa Rica, Paraguay, así como en Honduras y Venezuela (estos dos últimos procesos muy cuestionados, en los que sus respectivos mandatarios buscaron y obtuvieron sus respectivas reelecciones) vimos continuidad oficialista.

6. La reelección inmediata sólo tuvo lugar en la farsa electoral venezolana, en la que Nicolás Maduro fue reelecto en un proceso electoral carente de toda legitimidad, y en Honduras, donde también la reelección de Juan Orlando Hernández fue muy cuestionada por el alto número de irregularidades.

7. En la totalidad de estas elecciones, que tenían regulada la segunda vuelta (Ecuador, Chile, Costa Rica, Colombia, Brasil y Guatemala), salvo en El Salvador fue necesario ir a una segunda vuelta para definir al presidente, fenómeno que se ha vuelto cada vez más frecuente.

8. A excepción de la elección mexicana, en la que Andrés Manuel López Obrador obtuvo mayoría en ambas cámaras del Congreso, y en Panamá, país en el que el presidente electo Cortizo sí tendrá mayoría gracias a una alianza con su socio molirena, en los restantes casos los presidentes electos no obtuvieron mayoría propia en el Congreso, lo que anticipa una gobernabilidad compleja y una mayor dificultad para aprobar las reformas estratégicas (fiscales, laborales, de pensiones) que muchos de estos países requieren con urgencia. En dos casos que sí contaban (Ecuador y Paraguay), los conflictos en el interior del oficialismo acabaron con estas mayorías.

9. Los graves escándalos de corrupción que recorren la región (potenciados por el caso Lava Jato−Odebrecht), vinculados con el financiamiento político, junto con los altos niveles de inseguridad ciudadana, fueron dos temas muy presentes en la casi totalidad de las campañas electorales. El tema de la corrupción en muchos países aparece estrechamente relacionado con el del financiamiento político.

10. La normalización de la mentira (fake news) y de la desinformación en la política y en las campañas electorales. En varios de estos procesos, las redes sociales jugaron un papel crecientemente importante (por ejemplo, el uso intensivo de whatsapp en Brasil), desplazando progresivamente a los medios tradicionales. Este factor presenta nuevos e importantes desafíos, tanto en materia regulatoria como en el terreno del control, que deben llevar a cabo las autoridades electorales.

11. Los grupos evangélicos vienen ganando una influencia cada vez mayor en un número importante de los procesos electorales, destacando en 2018 los casos de Costa Rica, Brasil y México.

12. Como efecto de la conclusión del periodo de gobierno de Michelle Bachelet −en marzo de 2018−, en la actualidad no hay ninguna presidenta mujer en América Latina. De ser electa Sandra Torres en la segunda vuelta de las elecciones de Guatemala, sería la única mandataria mujer en toda la región latinoamericana.

Balance

Los resultados del súperciclo electoral están reconfigurando políticamente a la región, sobre todo en América del Sur, donde vemos una tendencia a favor de gobiernos de derecha en sus dos versiones, ultra (Bolsonaro) y liberal (Macri, Piñera y Duque), una crisis del centro izquierda y un creciente debilitamiento del alba (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América). En cambio, los triunfos de Alvarado en
Costa Rica, de López Obrador en México y de Cortizo en Panamá, todos de centro izquierda, combinados con las victorias de Hernández en Honduras, y de Torres o Giammattei en Guatemala, ambos de centro derecha, y la de Bukele en El Salvador, muestran la diversidad ideológica de los gobiernos del Istmo centroamericano y de México.

Pero la prudencia aconseja esperar los resultados de los tres procesos presidenciales de América del Sur: Bolivia, Argentina y Uruguay, antes de emitir una opinión definitiva acerca de si la región ha entrado en un nuevo ciclo político con predominio de la derecha o, si por el contrario, se mantendrá la heterogeneidad ideológica.

2019 será un año clave en el que los nuevos mandatarios deberán concentrar su energía en recuperar la confianza ciudadana, aprender a gobernar en un contexto complejo y de alta incertidumbre, y, sobre todo, producir resultados rápidamente para dar respuesta a las altas expectativas y demandas ciudadanas. Caso contrario, como ya estamos viendo en varios países de la región, la desilusión podría
disparar una acelerada pérdida de apoyo popular, un aumento de la conflictividad y una gobernabilidad crecientemente compleja.

Asimismo, el voto del rechazo y del enojo, al igual que la polarización, continuarán presentes, y los sectores de clase media seguirán jugando un papel clave en la definición de los tres procesos electorales que se avecinan, destacando, por su fuerte impacto regional, la suerte que correrán las reelecciones de Morales en Bolivia (un proceso que anticipo complejo como consecuencia de la presión que éste viene
ejerciendo para lograr su cuarto mandato consecutivo, cueste lo que cueste) y de Mauricio Macri en Argentina.

Daniel Zovatto es Director Regional de IDEA Internacional para América Latina y el Caribe.

*Texto publicado íntegramente en Revista Voz y Voto