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La reforma propuesta por el presidente López Obrador para desaparecer 13 fondos y fideicomisos del Poder Judicial capturó la atención de todos. Nuevamente, el discurso y los modos del presidente generaron controversia y división en el país.

La reforma busca arrancarle más de 15 mil millones de pesos, lo que llevó a los trabajadores de este poder de la Unión a acordar un paro de labores, programado para extenderse hasta el próximo 24 de octubre, desencadenando bloqueos que han paralizado la Ciudad de México.

El presidente ha demostrado durante su sexenio mucha destreza para dividir y polarizar al país, bajo la consigna de “o estás conmigo o contra nosotros”.

El debate sobre las reformas al Poder Judicial genera inquietudes profundas y cuestionamientos sobre el futuro de la democracia en el país.

Si bien estos cambios se presentan con el argumento de la austeridad y la lucha contra la corrupción, es difícil no cuestionar sus motivaciones y el impacto potencial en el sistema de justicia mexicano.

Uno de los aspectos más preocupantes es la aparente politización de estas reformas. Las disputas previas entre el poder ejecutivo y el judicial han creado un clima de desconfianza, lo que lleva a pensar que estas medidas son una estrategia para debilitar a una institución que debe mantenerse independiente.

En una democracia saludable, el poder judicial debe actuar como un contrapeso necesario, evitando cualquier concentración de poder excesiva. ¿Son estas reformas un intento de eliminar ese contrapeso y de consolidar un poder unipersonal?

Si se socava esta independencia, se pone en riesgo la imparcialidad del sistema judicial, lo que podría llevar a la injusticia y al menoscabo de los derechos de todos nosotros. La eliminación de fideicomisos podría resultar en recortes presupuestarios que afecten la operación de los tribunales y la protección de los derechos de los ciudadanos, pero también los privilegios que Arturo ZaldívarLoreta Ortiz Yasmín Esquivel disfrutan. (Por mencionar a los incondicionales del presidente).

Pero, habría que preguntarse: ¿Por qué hasta ahorita?

Las voces a favor de estas reformas argumentan que la eliminación de fideicomisos corruptos y opacos es un paso necesario para combatir la corrupción y fortalecer la independencia del Poder Judicial.

¿Dónde estaban esas voces cuando la suerte era otra?

En un país con un historial de corrupción arraigada, esta perspectiva tiene su mérito. Sin embargo, el diablo está en los detalles, y la forma en que se implementen estas reformas será crucial.

¿Se garantizará la transparencia y la rendición de cuentas en el proceso de financiamiento del Poder Judicial en ausencia de los fideicomisos?

El debate sobre las reformas al Poder Judicial es sobre la salud y la dirección de la democracia en el país. Las preocupaciones sobre la independencia del Poder Judicial, el equilibrio de poderes de Locke Montesquieu y la administración de justicia son válidas y deben ser abordadas de manera cuidadosa y reflexiva.

La polarización en la política mexicana se ha convertido en una constante. En lugar de buscar consensos y soluciones a los problemas del país, se opta por la confrontación y el espectáculo político.

Resulta cada vez más complicado alcanzar consensos efectivos en este ambiente político. Aunque no es nada nuevo que se recurra a discusiones acaloradas y despliegues teatrales en la política, es preocupante cómo esta teatralidad puede influir en la percepción que tiene el público sobre la política en general.

Detrás del tongo, de la estridencia y el vacile, hay asuntos torales que si deben analizarse a fondo.

(Con la colaboración de Juan Pablo Narcia Crespo)