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Completo los cuatro apuntes de un diplomático retirado sobre los principios de la política exterior mexicana. Los dos primeros, referidos ayer, son que esos principios no son mexicanos y que la doctrina Estrada no tiene que ver con ellos. Los apuntes tres y cuatro:

“Tres: Los principios de la política exterior no son un dogma. Se usan políticamente. La mayoría de los gobiernos de México de las últimas ocho décadas, incluido el actual, han hecho una aplicación muy desigual de estos principios, en particular el de la no intervención. Cuando así ha convenido, la no intervención ha servido para justificar ciertas decisiones; cuando no, el principio simplemente se ha ignorado.

“México intervino abiertamente contra Franco, Pinochet y Somoza, mientras que se escudó en el principio de no intervención para evitar condenar a Castro, Chávez y Evo Morales.

Si se busca, la única continuidad de ese largo periodo ha sido condenar a dictadores de derecha y tolerar a los de izquierda. Hay una larga historia de inconsistencias porque, lejos de funcionar como guía, los principios de política exterior han sido utilizados políticamente.

“Cuatro: Los principios de política exterior son todo menos inamovibles o absolutos. Su interpretación ha evolucionado con el tiempo en México y en el mundo y son, en última instancia, subjetivos, lo que ha permitido acomodarlos a conveniencia. Así, se puede argumentar que felicitar a Biden es intervencionista, lo mismo que sustentar que, al no hacerlo, se legitiman las denuncias de Trump.

“La incorporación de los derechos humanos a la lista de principios en 2011 agregó una bienvenida complejidad, ya que la defensa de estos derechos entra en frecuente tensión con la no intervención y exhibe las contradicciones de una interpretación simplista y absoluta de los principios de política exterior”.

En suma: los principios de nuestra política exterior no son mexicanos sino universales y no son obligatorios. La doctrina Estrada no forma parte de esos principios ni está en la Constitución.

Los principios de la política exterior son en cierto modo opcionales. Flexibles y pragmáticos, como lo requiere la diplomacia profesional, no absolutos e innegociables como propone la retórica de los gobiernos.