Elecciones 2024
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Hace tres semanas, Rosario Robles festejó por partida triple. Acompañada por su hija Mariana y su nieto, Mateo, recibió el primer ejemplar de su libro justo cuando iniciaran las celebraciones de su cumpleaños.

Rosario de México, testimonio de una infamia (Grijalbo) llegó a las librerías a finales de febrero. Así, su autora cerraba un periplo intenso, iniciado hace año y medio. Robles pasó 36 meses en el reclusorio. Al recuperar su libertad —el 19 de agosto del 2022— se refugió en su círculo familiar, donde su hija ocupa un lugar central. Salvo algunas reuniones con sus colaboradores más cercanos y exfuncionarios del gabinete peñista (como Claudia Ruiz Massieu) no se dejó ver en público, aunque cumplió con una cita ineludible: acudir a la Basílica de Guadalupe.

Egresada en una escuela de monjas, volvió a encontrar su fe en Santa Martha Acatitla. Y para cuando festejó su cumpleaños 67 había retomado sus actividades, bajo el paraguas de La Ruta por la Libertad, una gira nacional iniciada por Mariana Moguel para exponer su versión de los hechos.

De esas presentaciones —sin cobertura mediática— tuvieron conocimientos oficiales gubernamentales y también, altos jerarcas empresariales y eclesiásticos, con quienes sostuvo conversaciones. Entonces, la candidatura presidencial de Claudia Sheinbaum ya estaba perfilada y las preguntas sobre el futuro político de la expresidenta nacional del PRD eran inevitables.

Antes de cualquier definición —atajaba Robles— esperaría a que cerraran todos los expedientes de la llamada Estafa Maestra. A las primeras acusaciones, por un supuesto ejercicio indebido del servicio público, se sumaron cargos por probable delincuencia organizada y lavado de dinero.

Su único ingreso seguro era de sus colaboraciones con Grupo Fórmula y El Universal. El contrato para escribir su segundo libro obligaba a una dinámica de trabajo que se oponía a cualquier vuelta a la actividad proselitista. Pero Robles Berlanga sabía que era la mejor portavoz de su propia causa.

Justo hace 20 años, ya había sido víctima del escarnio. Carlos Ahumada —según su testimonio— trató de extorsionarla y AMLO la culpó de los videoescándalos. La megadeuda que contrajo como presidenta nacional del PRD sirvió para catapultar electoralmente al sol azteca, pero estuvo a punto de acabar con su trayectoria en el servicio público.

Su segunda oportunidad llegó con el peñismo. Como secretaria de Desarrollo Social implementó la Cruzada Nacional contra el Hambre, lo que le ganó el reconocimiento presidencial… y también la enemistó con el grupo que buscaba ganar la sucesión.

Cercana a Miguel Ángel Osorio Chong, su paso por Sedesol y Sedatu pudo haberla puesto otra vez en una boleta electoral. La doble traición de Emilio Zebadúa —quien fuera su oficial mayor— dio al traste con cualquier aspiración de ese tipo… y terminó llevándola a Santa Martha, donde pasó tres años sin que la FGR demostrara que desvió los recursos de los programas sociales.

Robles resultó incómoda para los itamitas en el poder que respaldaron a Meade y también, para el círculo cercano a AMLO. “Era ampliamente conocida, venía de la izquierda, y además soy mujer, lo que otra vez era un obstáculo que había que eliminar en la perspectiva de su proyecto transexenal”, sentencia en el libro que será presentado dentro de dos semanas, “¡Qué mejor manera que enlodando, desprestigiando, utilizando las investigaciones periodísticas de los que ahora critica todos los días para asestarme un golpe!”.

Al margen de narrativas mediáticas el suyo es el caso típico de cómo una figura pública puede ser sacrificable. La Estafa maestra —insiste— fue la historia perfecta para hacerle daño al gobierno del presidente Peña… ¿y para frustrar su candidatura presidencial en el 2024? Sobre esto último, lamentablemente, no hay una sola línea.