Elecciones 2024
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Me sorprendió gratamente escuchar a un político mexicano que aún vive la política con pasión. Más si el personaje es uno que no se distinguía por su vehemencia o enardecimiento.

En un audio deslizado para complicarle la vida, Agustín Basave, presidente del PRD, está alegando con integrantes del Comité Ejecutivo Nacional del partido. Enfurece: “¡No se los voy a permitir! Si ustedes lo permiten, es bronca de ustedes, ¡yo no, yo no! ¡Si no va Tlaxcala, no va Puebla, es mi posición irreductible! Y si ustedes cambian eso, tienen toda la libertad de hacerlo, pero yo renuncio a la presidencia del PRD. Así se los digo. Y no es amenaza, no es bluff, es una realidad, es una decisión que yo ya tomé. Si se desata Puebla de Tlaxcala, y si va Puebla y no Tlaxcala, yo renuncio a la presidencia del partido ¡y busquen a alguien más!”.

Discutían las alianzas con el PAN. “Y por supuesto que estaba exaltado y que estaba molesto”, me dice Basave. “Es muy triste que alguien que estuvo ahí filtre esto. La intención es muy clara, es revertir las alianzas entre el PRD y el PAN, y quizá de paso ayudar al gobernador de Puebla para que salga su alianza independientemente de lo demás”.

Basave sabe que la lealtad no es el signo característico del PRD. Y que el PRI seguirá jugando fuerte. Lo explica: “Hay mucho dinero de por medio, el PRI está tratando de comprar gente para que estén en contra de las alianzas, y están intimidando”.

Sabe, desde luego, que solo las alianzas con el PAN transmutarían el fracaso electoral de 2015 en victorias o batallas cerradas. Al menos en Oaxaca, Zacatecas y Durango. En Puebla irían en el cabús de Rafael Moreno Valle, valga eso lo que valga, signifique lo que signifique. Cosa similar ocurriría en Tamaulipas: mejor acompañar al panista Francisco García Cabeza de Vaca que reeditar el desastre de 2010, cuando Julio Almanza obtuvo 2.8% de los votos.

Tlaxcala es punto y aparte. El PAN se resolvió por su candidata Adriana Dávila e invita al PRD a que se sume. Basave creía que su carta, Lorena Cuéllar, era una opción ganadora, pero el fantasma del hundimiento de Minerva Hernández hace seis años (5% de los votos) debe sembrarle toda clase de dudas ahora.

Ni hablar de la fea encrucijada en Veracruz: acompañar al panista Miguel Ángel Yunes, un antihéroe perredista, o desplomarse al cuarto lugar. En Hidalgo no hay esta ocasión un candidato atractivo como la panista Xóchitl Gálvez (45%, en 2010). Y no hay un Malova prometedor en Sinaloa. En Chihuahua no existe el PRD (Luis Adolfo Orozco tuvo 1.99% de los votos en 2010). Tampoco en Aguascalientes (Nora Rubalcava, 4%). Quintana Roo es un agujero negro desde la desgracia de Greg Sánchez, encarcelado semanas antes de los comicios de hace seis años.

Pero el PRD tiene quien pelee por él. Quien pelee con ganas de ganar. Quién lo diría, Agustín el guerrero. Suerte. Borges, irremediablemente: el cobarde muere mil veces, el valiente solo una.

MENOS DE 140. Lo pensó mejor el presidente municipal de Tlaquiltenango, Morelos. La “insurrección” contra el gobernador Graco Ramírez no comenzará hoy.

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