Minuto a Minuto

Nacional Frente frío 24 en México: En estas entidades habrá lluvias y heladas en próximas 72 horas
Elk Meteorológico Nacional detalló que en las próximas 72 horas el frente frio 24 ocasionará lluvias y bajas temperaturas en el país
Nacional Violencia en Villaflores, Chiapas: Siete desaparecidos y dos bares incendiados
Autoridades de Chiapas movilizaron a 200 agentes la la violencia de las últimas horas en el municipio de Villaflores
Internacional Detienen en Rusia a 70 personas que rezaban por Zelenski
Unos 70 miembros de ua secta religiosa fueron detenidos en San Petersburgo, Rusia, tras dedicar sus rezos al presidente ucraniano Zelenski
Nacional Balen a mujer en la colonia Asturias, CDMX
Una mujer fue herida por arma de fuego en calles de la colonia Asturias de la Ciudad de México este sábado 27 de diciembre
Nacional Marx Arriaga acusa intento de privatizar la educación en la SEP; hace un llamado a “rebelarse”
El director de Materiales Educativos de la SEP, Marx Arriaga, planteó crear los Comités para la Defensa de la Nueva Escuela Mexicana

¿Cómo explicar que una pieza tan burda de polarización como la de las mañaneras haya tenido la fuerza y el impacto de estos años?

La primera razón, desde luego, es el poder y la representación del emisor. Una vez saltado el pudor y la autocontención verbal que su cargo implica en el ejercicio del poder, el Presidente pudo imponer su fórmula de prédica a los medios y a los ciudadanos.

Una segunda razón, es la fuerza misma del discurso mañanero y sus excesos. El escándalo es noticioso y cada día, durante las mañaneras, el Presidente incurre en escándalo.

Miente, deforma, inventa, insulta, hace el ridículo, amenaza, estigmatiza y vuelve a mentir. Por cualquiera de estas razones, porque siempre hay un ingrediente de escándalo en las mañaneras, al igual que sucedía con los tuits de Trump, los excesos verbales del Presidente son irresistibles para los medios.

Las mañaneras están plagadas de dichos que desafían la capacidad de sorpresa de todo mundo. Nadie se resiste a difundir o comentar algún pasaje del escándalo diario: el del error, el de la amenaza, el de la invención de datos, el de la indiferencia ante el dolor, el de la megalomanía, el del chistorete, el de la ignorancia.

El Presidente los convence, los hace reír, los atemoriza, los irrita o los complace, pero no los deja indiferentes.

Y sus dichos se vuelven omnipresentes en el debate público por la repetición en su propio aparato de propaganda y en los medios.

No he escuchado una sola vez la mañanera, pero todos los días encuentro pasajes de ella en alguna parte, en las redes o en los medios.

La responsabilidad de los medios no es menor: se han dejado imponer las mañaneras como una tarea informativa diaria, sin desafiar esa imposición con los instrumentos del periodismo.

El periodista que pregunta con rigor en las mañaneras es la excepción, al punto de que, cuando esto ha sucedido, la noticia no ha sido el Presidente, sino los periodistas que preguntan de verdad.

Pero los medios no han preguntado, se han limitado a repetir, y la repetición ha sido en esto la esencia del juego.