Frente a la brutalidad de los casos recogidos por Mendoza, todas las versiones que tenemos sobre Villa parecen mitologizantes
El gobierno declaró 2023 año oficial de Francisco Villa. Difícil o imposible luchar contra la popularidad de Villa. Competiría sin problemas por la condición del más popular caudillo de la Revolución Mexicana.
Pero, como con tantos otros mitos de nuestra memoria colectiva, acaso como con ninguno de ellos, Villa presenta a los historiadores, a la historia oficial, y a la historia popular, un problema muy serio de realidad.
Su historia real, como opuesta a su consagración mitológica, exuda un olor a sangre y a matonería que apenas puede tolerarse.
El historiador Reidezel Mendoza ha puesto a circular un tomo, de casi 600 páginas, con la mayor reconstrucción testimonial y documental de que dispongamos hasta ahora sobre la naturaleza sanguinaria de Villa.
Se trata de una edición de autor, disponible en Amazon: Crímenes de Francisco Villa. Testimonios, con un prólogo de Raúl Herrera Márquez, quien hace unos años recreó, en una admirable novela, La sangre al río (Tusquets, 2014), la devastación que la furia homicida de Villa hizo caer sobre su familia, la de los grandes generales villistas Luis y Maclovio Herrera, porque éstos rehusaron seguirlo en su ruptura con Carranza.
La colección de Reidezel Mendoza es la obra de un historiador profesional. No hay uno solo de los testimonios recogidos que no tenga un sólido sustento historiográfico.
No hay mentiras aquí, ni versiones edulcoradas o elípticas de los hechos. El libro registra 50 casos de crímenes en los que, por órdenes directas de Villa o por su propia mano, perdieron la vida, con frecuencia de manera atroz, más de mil 500 personas.
No hay constancia de otro prócer en la historia de México que haya matado rutinariamente por propia mano. Sólo Villa, por fuera de la lógica de la guerra, por ira y por venganza, y por el aturbonado placer de matar.
Frente a la brutalidad de los casos recogidos por Mendoza, todas las versiones que tenemos sobre Villa parecen mitologizantes.
Incluso la magistral de Friedrich Katz (Pancho Villa. Era, 1998), aunque en la historia de Katz sí quedó retratado de cuerpo entero el matón que fue Villa, con su abominable rastro de sangre.