López Obrador prefirió dejar de pagar 46 millones de dólares por pertenecer y tomar decisiones en la ONU, OEA, OCDE, UNESCO… para, en su lugar, donarle a Cuba decenas de veces esa cantidad en diferentes rubros.
Con los aranceles de EU, el boquete a las remesas y la perdida de unos 700 mil empleos en cinco meses, lo menos necesario para el gobierno mexicano hoy es abrir un frente con la OEA, por la opinión desfavorable del organismo al show de la elecciones judiciales.
Para empezar, el gobierno mexicano ni siquiera para su cuota de 7.5 millones de dólares, como miembro de la OEA. Vamos no le paga a nadie: le debe 46 millones de dólares de cuotas a la ONU, OEA, la OCDE… una veintena de organismos internacionales.
Es un lío que dejó López Obrador desde que, al iniciar su sexenio, dijo que “yo recomiendo que desaparezca la OEA, que no sirve para nada”. Pero dedicó una mañanera a festejar el repudio de la OEA a la irrupción en la embajada de México en Ecuador.
La pelea de López Obrador con la OEA viene de su obsesión por los procesos históricos de Cuba, que fue expulsada en 1962 por su adhesión a la ideología marxista-leninista, y Fidel Castro dijo en un discurso “con OEA o sin OEA ganaremos la pelea”.
Total, Cuba comunista fue incluida de nuevo en 2009, pero la dictadura se negó a reingresar porque tendría que pagar cuota y aceptar la promoción de la democracia y la justicia y defender la soberanía y la integridad territorial de las naciones miembros.
De hecho, López Obrador prefirió dejar de pagar 46 millones de dólares por pertenecer y tomar decisiones en la ONU, OEA, OCDE, UNESCO… para, en su lugar, donarle a Cuba decenas de veces esa cantidad en diferentes rubros.
El contencioso actual de la 4T con la OEA surgió la semana pasada, al destacar que “nuestra misión en los comicios no recomienda que este modelo de selección de jueces se replique en otros países de la región”.
La presidenta Sheinbaum respondió que “está bien que la OEA diga que la elección fue pacífica, pero que se guarde sus comentarios sobre el sistema de la elección, porque no tienen atribución para ello, es un tema de soberanía”.
Según la OEA, “de comprobarse el uso acordeones de forma masiva, podría constituir propaganda no permitida y potencialmente un intento de coacción al voto del elector”. ¿Comprobarse? Pero si López Obrador votó con su acordeón en la mano.
El desencuentro con la OEA viene del sexenio pasado. El entonces canciller, Marcelo Ebrard, dijo que “la propuesta de México es adiós OEA por sentido intervencionista, injerencista, hegemonista, además su secretario general Luis Almagro es de lo peor”.
Y la respuesta de Almagro fue:
“Le deseo a Ebrard que ninguna obra más que él haya hecho como jefe de Gobierno de la Ciudad de México se derrumbe”.
Chapeau.