Elecciones 2024
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Por todo lo alto, la Cuarta Transformación festejó el primer aniversario de su triunfo electoral. Al mismo tiempo, el PRI —que gobernaba el país con Enrique Peña Nieto— tenía que haberse manifestado, tras ser expulsado —por segunda ocasión en el siglo XXI— de Los Pinos.

¿Era inevitable la derrota del PRI? Algunos sectores partidistas pugnaron por la nominación del entonces secretario de Salud, José Narro Robles, como abanderado del tricolor. La inevitabilidad del triunfo de AMLO gravitaba en el ánimo de los altos funcionarios y del empresariado desde principios del 2017. Algunos pugnaron por una confluencia con el PAN (una candidatura coalición, de facto) pero otros creyeron en la solución propulsada por Luis Videgaray y su equipo.

Era cualquier solución, menos Narro, al que desde entonces se catalogaba como salinista. Una candidatura ciudadana —una opción era Aurelio Nuño, otra era José Antonio Meade— disminuiría el rechazo a la gestión de Enrique Peña Nieto y daría al PRI una leve posibilidad de concitar el voto de la clase media.

El único funcionario peñista que podía competir contra esa dupla era Miguel Ángel Osorio Chong, pero su nominación era de alto riesgo, por los vetos que afrontaba de la administración Trump. La sucesión se salió de los cánones que marcaba la liturgia priista y Meade Kuribreña fue enviado a una misión imposible.

¿Narro hubiera sido mejor candidato? Hay evidencia empírica que demuestra que con el exsecretario de Salud en la boleta electoral en el 2018, el PRI habría tenido más diputados federales y senadores. La nomenklatura tricolor fue vencida por los tecnócratas neoliberales entonces.

Narro Robles había llegado al gabinete peñista a trompicones, en febrero del 2016. Videgaray se opuso a que llegara al IMSS —institución que maneja con autonomía un presupuesto multimillonario— y maniobró para que Mikel Arriola llegara a esa dependencia.

El exrector de la UNAM ganó, perdiendo en ese momento. Y dos años después, cuando tenía que resolverse la sucesión presidencial, hubo quienes pugnaron por su postulación como abanderado del tricolor a la Jefatura de Gobierno en la CDMX. El equipo hacendario volvió a franquearle el paso.

Si hubiera sido candidato presidencial Narro Robles —de acuerdo a reportes conocidos en Los Pino— podría ayudar al PRI a quedar como segunda fuerza electoral y conseguir más escaños y curules. Peña Nieto tuvo otras preferencias y en el pecado pagó la penitencia.

Entonces, el exsecretario de Salud había concitado apoyos importantes entre las bases priistas. Esos mismos respaldos soportaban su precandidatura a la presidencia del PRI. La real politik le hizo entender rápidamente que necesitaría el respaldo de los gobernadores priistas… o 300 millones de pesos, para competir en igualdad de condiciones con el exgobernador de Campeche Alejandro Moreno Cárdenas.

El respaldo de las bases resultaba insuficiente ante el avasallamiento del establishment tricolor. El pacto de la cúpula priista con la 4T mina las posibilidades de los opositores, ahora representados por la exgobernadora de Yucatán Ivonne Ortega.

Narro declinó en sus aspiraciones presidenciales, hace un año. Y recientemente, a su pretensión de ser el dirigente nacional del PRI. Algunos preguntan si su comedimiento está completamente sustentado.

Efectos secundarios

AUSTEROS POR DECRETO. Casi al final del debate kilométrico sobre la ley de austeridad, el senador sinaloense Mario Zamora Gastélum subió a la tribuna de la Cámara Alta para pedir que se corrigiera la minuta enviada desde San Lázaro. Y es que la normativa propuesta por Morena prohíbe que los servidores públicos ingieran bebidas alcohólicas en horario laboral. Algo imposible para el personal que trabaja en campo, con los beneficiarios de los programas sociales, argumentó el exdirector de la Financiera Rural. Esa reserva ni siquiera pudo ser discutida porque el legislador olvidó hacer el trámite correspondiente. Una anécdota chusca en una negociación que crispó a la oposición, por el avasallamiento morenista que en la víspera había cedido a correcciones que de nada valieron luego de la intromisión de la secretaria de la Función Pública Irma Eréndira Sandoval. “Ganó el estómago, desafortunadamente”, resumió la senadora priista Vanessa Rubio, “en vez de sacarla bien y con el consenso de todos los grupos parlamentarios se prefirió el fast track”. “¡Qué falta nos haces, Benito Juárez, para desplumar aves neoliberales!”, abrió la senadora Ana Lilia Rivera, al presentar el dictamen a nombre de la presidenta de la Comisión de Estudios Legislativos. Y parafraseó al prócer oaxaqueño: “Bajo el sistema federativo los funcionarios públicos no pueden disponer de las rentas sin responsabilidad, no pueden gobernar a impulsos de una voluntad caprichosa, sino con sujeción a las leyes. No pueden improvisar fortunas ni entregarse al ocio y a la disipación, sino consagrarse asiduamente al trabajo, disponiéndose a vivir en la honrosa medianía que proporciona la retribución que las leyes les señalan”. La austeridad republicana de Estado, por decreto. La nueva ley la define como el principio conductor de la administración y eje estratégico del gasto público. Será de observancia obligatoria para todos los servidores públicos y aplicada transversalmente a todas las dependencias, entidades y órganos de los poderes de la Unión y demás entes públicos federales. Pero, ¿qué es la austeridad para la Cuarta Transformación? “La situación económica que viven las familias de nuestro país vuelve necesaria la eliminación de los privilegios y los derroches de la alta burocracia”, explicó por su parte el senador poblano Alejandro Armenta, presidente de la Comisión de Hacienda en la Cámara Alta. “Pues 67% de los funcionarios y directivos tiene prestaciones laborales amplias y en algunos casos desproporcionadas; en contraste, sólo 40 % de los trabajadores en servicios personales —que incluyen al trabajo del hogar— cuenta con prestaciones”. A favor de la austeridad, pero en contra de los caprichos se manifestó el senador perredista Antonio García Cornejo, pero no a caprichos. La nueva ley de austeridad republicana, criticó, conculca los derechos laborales y concatena inconsistencias, defectos de técnica legislativa e invade competencias.