Elecciones 2024
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Estaba por terminar la Semana Santa de 1981. Sin oposición real, Alfredo Del Mazo González parecía destinado a convertirse en el sucesor del médico Jorge Jiménez Cantú como gobernador del Estado de México. Su padre había seguido el camino de Isidro Fabela y junto con Carlos Hank González —oriundo de Santiago Tianguistenco— habían construido el bastión político que dominó en el centro del país durante casi medio siglo y cuyo hijo pródigo, Adolfo López Mateos, alcanzó la Presidencia de la República.

A diferencia de otros juniors del priismo, optó por estudiar administración de empresas (aunque se matriculó en la UNAM) y en 1968 estaba en Estados Unidos, a la mitad de su especialización en economía y finanzas. De regreso a México, en 1970, se dedicó a la docencia (en la Ibero y el ITAM) y simultáneamente comenzó una rauda carrera en la banca de desarrollo que lo llevó a la Secretaría de Hacienda, donde conoció a José López Portillo y a Miguel de la Madrid.

Su amistad con Alejandro Carrillo y Gustavo Carvajal Moreno pavimentó su rampante carrera política. El heredero del Grupo Atlacomulco no tenía arraigo. Tampoco la simpatía de Hank González ni la bendición de Jiménez Cantú.

Antes de ser candidato a la gubernatura, Del Mazo González ocupó la dirección del Banco Obrero y con la venia del líder cetemista, Fidel Velázquez —originario de Nicolás Romero, un municipio aledaño al Distrito Federal— fue a la búsqueda de los votos, arropado por el PRI y las federaciones sindicales del Valle de México.

Jorge Rojo Lugo era el secretario de la Reforma Agraria y su primo, Humberto Lugo Gil, era secretario de Acción Política del CEN del PRI, que encabezaba Carbajal Moreno. Los hidalguenses y los mexiquenses desde entonces han trabajado al unísono en materia político-electoral y entonces enviaron al exalcalde de Reynosa Manuel el Meme Garza como responsable de la acción electoral.

Faltaba un año para la campaña presidencial y el territorio mexiquense —considerado laboratorio de las estrategias priistas, en vísperas de la grande— sería el escenario de un experimento electoral sui géneris: Del Mazo González sería postulado por el PRI y por el PARM, mientras que el resto de las fuerzas políticas (PAN, PDM, PCM y PST) no inscribiría candidato… salvo el PPS, que lanzaría a su líder local, Alfredo Reyes Contreras.

No obstante, la campaña del priista ‘no prendía’. Su gira, desangelada, reflejaba la apatía de la clase política local que desautorizaba las órdenes de Garza y repudiaba el liderazgo de Antonio Mercado Guzmán, impuesto por el gobernador Jiménez Cantú.

Formalmente, Mario Colín era el coordinador de la campaña, pero el Meme tenía el control de la estrategia. Ninguno podía conectar con el equipo del candidato. Y Carvajal Moreno recibió un ultimátum en Los Pinos, por lo que entró en contacto con el entonces gobernador de Michoacán, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, para pedirle que enviara a Cuauhtémoc Sánchez Barrales, exalcalde de Tlalnepantla, de regreso a su estado, para entrar al relevo.

Fue la primera vez que los políticos del Valle de México entraron al rescate de los tolucos. Sánchez Barrales controlaba la zona fabril, mientras que Mario Ruiz de Chávez se había convertido en el jefe político en Naucalpan, con el respaldo de Luis René Martínez Souvervielle y Enrique Jacob Soriano. En Ciudad Nezahualcóyotl, Juan Alvarado Jacco había asentado sus reales y  en Ecatepec Vicente Coss construiría un bastión que el PRI nunca perdió… hasta el año pasado.

Del Mazo González llegó a la gubernatura un año antes de que Miguel de la Madrid alcanzara la Presidencia de la República y desde la Plaza de los Mártires construyó el proyecto que le permitiría llegar a Los Pinos en 1988.

Su equipo era una amalgama de talentos en la que confluyeron Miguel Basáñez, Gerardo Ruiz Esparza, Alfredo Baranda, Oscar Espinosa Villarreal, Carlos Almada, David López…

En 1988 ganó perdiendo la candidatura con Carlos Salinas de Gortari. A partir de entonces acumuló derrotas políticas (la jefatura de gobierno en 1997 y el liderazgo de la bancada priistas en San Lázaro en el 2004) y se retiró de la vida pública.

Ayer, con el deceso de Alfredo del Mazo González, quedó decretado el fin de una era en la política mexiquense. Anoche, sus restos fueron trasladados desde el puerto de Acapulco —donde se había radicado, para resistir mejor los efectos del EPOC— a Toluca. Los funerales tendrían lugar en Atlacomulco y se espera que el expresidente Enrique Peña Nieto acuda, junto con la cúpula priista. Su inhumación en la Rotonda de los Mexiquenses Ilustres está en ciernes.

EFECTOS SECUNDARIOS

AMPLIACIONES. De zedillistas, labastidistas y exempleados de Grupo Salinas se ha colmado el vetusto edificio de la calle de Argentina, todavía sede central de la Secretaría de Educación Pública. Allí están, por ejemplo, Antonio Meza Estrada —quien regresa a la dirección general de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuito— y Marcos Bucio, ahora titular del Instituto Nacional para la Educación de los Adultos. El político sinaloense, fiel a sus orígenes y a su vocativos, quiere un dream team para combatir el analfabetismo, por lo que convocó al exvocero foxista Francisco Ortiz, a Susana Scherer Ibarra y a Rocío Isabel Labastida, aunque la hija del excandidato presidencial todavía no acepta la oferta. El contador sonorense Antonio Quintal estará al frente de la Unidad de Administración y Finanzas, por designación directa de la Secretaría de Hacienda.

ENCARGADOS. Dos nuevas empresas paraestatales engrosan la Administración Pública Federal:

Fonatur Tren Maya y Fonatur Infraestructura. Ambas tendrán participación estatal mayoritaria, contarán con socios privados, y quedarán bajo la égida de Rogelio Jiménez Pons, quien acordó con el secretario Miguel Torruco la ratificación de Ocampo Carlos Orozco González al frente del polémico proyecto del tren que recorrerá la Península de Yucatán. Enrique Ramírez Escobedo quedó como encargado de la segunda.