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Los datos económicos más recientes publicados en Japón muestran que la economía de ese país podría estar entrando en recesión por tercera vez desde que estalló la crisis financiera en el 2008 y por enésima vez en los últimos 25 años.

Esta situación ha llevado a las autoridades financieras del país y principalmente al Banco de Japón (BoJ, por su sigla en inglés) a tomar medidas inéditas en su historia económica. En este contexto, la política monetaria del BoJ ha dado un giro total hacia la heterodoxia, tomando una página del manual de la Fed, inyectando miles de millones de yenes a la economía mediante la impresión de circulante destinado a la recompra de bonos soberanos.

Aunque la política de inyecciones de liquidez por parte del BoJ se ha venido instrumentando durante aproximadamente dos años, el viernes pasado el BoJ sorprendió al mercado al cuadruplicar el tamaño de su programa de inyecciones de liquidez -del equivalente en yenes a 180 mil millones de dólares, a 725 mil millones de dólares.

Adicionalmente, el BoJ autorizó que estos recursos sean destinados también para la compra de fondos indizados al mercado accionario japonés y la compra de fondos de bienes raíces (fibras locales japoneses). Además, el Fondo de Pensiones del Gobierno japonés que maneja más de 1.2 billones de dólares, anunció que incrementará de manera considerable la asignación a instrumentos de renta variable en su cartera, duplicando su tenencia de acciones en el mercado doméstico y extranjero.

Estas medidas sin precedente han tenido un impacto inmediato en los principales índices accionarios de Japón, con un incremento en el Índice Nikkei de 8.4% entre el 29 de octubre y el 5 de noviembre. Sin embargo, las medidas heterodoxas del BoJ no son garantía de que la economía japonesa saldrá de su letargo como lo está haciendo la economía de Estados Unidos.

En el caso americano, el mecanismo de transmisión entre la política de inyecciones de liquidez y la mejoría en el entorno económico, fue a través de la reparación del balance patrimonial del consumidor americano.

El alza en los mercados impulsada por la política monetaria de la Fed contribuyó a una recuperación en la confianza del consumidor que a su vez ayudó a que la demanda agregada se recuperara gradualmente y que el sector corporativo comenzara a recontratar gente para satisfacer este incremento en la demanda.

Asimismo, la política de la Fed contribuyó a debilitar al dólar, lo cual a su vez ayudó a incrementar la competitividad de las exportaciones americanas.

En el caso de Japón, el alza en los mercados accionarios no necesariamente tendrá el mismo efecto riqueza en el consumidor japonés. Esto se debe a que los patrones de consumo e inversión del sector privado en Japón, después de la década perdida de los 90, se volvieron muchísimo más conservadores.

En tanto, las rigideces de la economía japonesa derivadas de la falta de reformas estructurales, la complicada situación fiscal del gobierno y una pirámide demográfica invertida podrían restar eficacia a las medidas del BoJ.

Sin embargo, no hay muchas otras opciones para Japón. El objetivo de Abe es claro: estimular el crecimiento y reducir el valor real de la deuda pública a través de una mayor inflación, buscando revertir la trayectoria del déficit público como porcentaje del PIB -trayectoria que algunos expertos anticipan podría llegar a 20 por ciento en ausencia de crecimiento en los próximos años. De lo contrario, Japón podría volver a vivir una nueva década perdida.