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Todo hace pensar que a partir de junio la Reserva podría apretar el botón nuclear y aumentar las tasas.

Queda la impresión de que los banqueros centrales de la Reserva Federal (Fed) estarían sentados frente a un botón nuclear y que debaten en qué momento apretar para lanzar el misil del aumento de las tasas de interés, y que después de eso ya no hay nada más que hacer.

Es cierto que ese día será importante, ya podemos imaginar la reacción de los mercados al minuto siguiente de que se enteren que el banco central estadounidense decidió elevar la tasa de interés. Pero eso no parece ser lo que la Fed quiere dejar como el foco de atención.

El discurso cambió de las consideraciones subjetivas, como la paciencia, a mediciones más objetivas, como la inflación, los datos industriales, la construcción y la fortaleza del dólar.

Hay más referentes a seguir para leer adecuadamente la manera en que la Fed implementará el cambio de política monetaria, que de hecho en el discurso ya inició.

Tenemos la certeza de que la siguiente reunión en el mes de abril no será el momento para el incremento del costo del dinero, lo que abre la puerta a que sea a partir de junio cuando se pudiera apretar ese botón nuclear.

Pero el verdadero poder del banco central de Estados Unidos no está en una sola acción explosiva sino en un juego de contar con un poderoso acelerador y un muy eficiente freno a los que les imprimen la fuerza que sea necesaria.

Es más comparable el trabajo de un banquero central con la precisión y delicadeza de un neurocirujano que con la fuerza que le pudiera imprimir a su instrumento un minero de metales preciosos.

Entonces, lo que parece que la Fed quiere dejar claro es que a pesar de que pudiera elevar el primer cuarto de punto de la tasa de interés de referencia tan pronto como en junio, no implica que el nivel de aumento será a la velocidad de un misil.

Podría concretar de manera ortodoxa la señal de cambio en la política monetaria hacia lo restrictivo con un aumento, pero podría ejercer la paciencia en la velocidad del costo del dinero. Ahí juegan las nuevas variables a seguir, como la inflación.

Sería un mensaje de subirle pero poquito a la tasa y aspirar a un ascenso terso que no altere más los mercados. Porque está claro que ahora sí a la Fed le empezó a importar el comportamiento global, no por su preocupación por la suerte de Europa o Japón sino porque eso condiciona la fortaleza de su propia moneda, lo que ya entienden como un lastre.

De hecho, ese seguimiento del impacto que tiene un dólar tan revaluado en la economía estadounidense puede ser uno de los mensajes más tranquilizadores que lanzó el equipo que encabeza la señora Janet Yellen.

Entonces hay que ver si el mensaje dovish de la Fed tiene que ver con una pausa realmente larga antes del primer aumento y después incrementos constantes, o bien tersos y espaciados aumentos que inicien antes del final del primer semestre.