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(Segunda y última parte)

El martes abordé el tema del quincuagésimo cuarto aniversario del casamiento de doña Sofía y de don Juan Carlos, monarcas eméritos de España.

El espacio sólo alcanzó para escribir someramente sobre el Juan Carlos soltero y su noviazgo con la princesa María Gabriela de Saboya, hija de los últimos reyes de Italia. Relación que era bien vista por los padres de Juan Carlos, pero no así por Franco, que consideraba a la italiana demasiado moderna en su pensar.

Por ese tiempo, Juan Carlos tuvo otra relación con una mujer cuatro años mayor que él, la condesa Olghina de Robiland. La diferencia que Juan Carlos vio entre una y otra mujer fue que la princesa era su novia de “manita sudada” y la condesa era su novia de sudar todo el cuerpo.

Por supuesto que ni el padre de Juan Carlos ni su tutor, el generalísimo Franco, aprobaban el noviazgo de Juan Carlos con una condesa cuatro años mayor, mujer liberal: escritora y periodista. Pero ambos consideraron que el vínculo de Juan Carlos con Olghina le serviría de adiestramiento y lo pondría en forma (sexual training).

Por su talante libre y lúbrico, a la que menos interesaba una relación estable y con fines matrimoniales era a la propia condesa, la cual hace dos años fue entrevistada por Tele5 de España y así se expresó del que fuera su amigovio: “Juanito era un chico simpático y cercano, un poco atrevido. Y yo, una rebelde, (…) Lo único que me ha disgustado de lo que he leído recientemente es que vaya a matar elefantes. Prefería al Juanito que no sabía ni siquiera matar liebres”.

Por su parte, Sofía, princesa de Grecia y Dinamarca, a los 20 años creía estar enamorada del príncipe Harald, heredero de la corona de Noruega. El noviazgo era bien visto por los padres de Sofía. Fue el príncipe Harald, el presunto novio, quien le confió a su padre, el rey Olaf, que él no estaba enamorado de Sofía. Él estaba enamorado de Sonia Haraldsen, una noruega plebeya pero hermosa, sin “pedigree” pero con lindas piernas; finalmente se casó con ella y han sido felices. (Creo).

En 1958, en un crucero de aristócratas por el mar Egeo, sucedió el primer encuentro de la princesa Sofía con Juan Carlos —10 meses mayor que ella—. Simpatizaron.

Pasaron tres años, suficientes para que la princesa de Grecia y Dinamarca olvidara al ingrato noruego, cuando ésta fue invitada a la boda del duque de Kent con Catherine Worsley, en la catedral de York, evento al que asistió Juan Carlos. Cuestiones de protocolo generaron que el español y la griega-danesa se sentaran juntos en el banquete. Fue ahí donde la princesa de Grecia y Dinamarca le vio potencial —que no es lo mismo que potencia— a Juan Carlos para hacerse de un nuevo novio.

Comenzaron a salir juntos, compartieron amistades y diversiones con la complacencia de sus padres. Cuando Franco supo de la boda ya era demasiado tarde, por lo que hizo el coraje de su vida, no estaba conforme en que la ceremonia fuera por la religión ortodoxa —la de la novia—; exigió y logró una segunda boda, ésta por la iglesia católica y a la novia convertirse al catolicismo.

Una vez instalados en España, Franco les asignó el Palacio de la Zarzuela para vivir y les recomendó viajar por España para que sus futuros súbditos los conocieran. Doña Sofía aprendió a hablar español. Conoció España de punta a punta. Y a su marido de la cabeza a los pies; con ropa y sin ropa. Le escribieron a la cigüeña con la caligrafía que Juan Carlos aprendió de la condesa de Robiland y, al año y medio de casados, el 20 de diciembre de 1963, nace su primogénita, la infanta Elena; año y medio después, el 13 de junio de 1965, nace la infanta Cristina, que en la actualidad está en la mira de la justicia por malversación de fondos; y el 30 de enero de 1968 nace Felipe, el actual rey de España.

El 22 de julio de 1969 Franco nombró a Juan Carlos príncipe y sucesor al título de rey. El dictador murió el 20 de noviembre (Aniv. de la Rev.) de 1975. Dos días después, las cortes españolas proclamaron a Juan Carlos rey de España.

Sin la vigilancia de su tutor, el generalísimo Franco, Juan Carlos I ejerce a su aire sus aficiones, una de ellas: el sexo con mujer ajena. Cuando Sofía supo y sintió que tenía una cornamenta más grande que la de un miura, le perdió el respeto y el cariño a su marido del que se distanció. En 1990 en ocasión de un viaje oficial a Chile, un periódico chileno publicó que los reyes de España dormían en habitaciones separadas.

Desde que Juan Carlos abdicó y Felipe VI ascendió al trono, el matrimonio de los reyes eméritos ha dado un cambio drástico. Antes debían guardar la compostura y hacer el papel de pareja feliz. Ahora todo el peso recae en Felipe y Letizia, la reina de origen clasemediero que en su paso por nuestro país (Guadalajara) como estudiante de periodismo trabajó como edecán para una marca de cigarros, y con ello impuso un récord difícil de igualar: ha sido la única persona de la familia real española que ha trabajado en su vida.