El mismo vive un retiro dorado en su finca, alrededor de la cual su gobierno gastó 686 millones en obras, clínica moderna, cuartel y estaciones de los dos trenes insignia de su presidencia: el Interoceánico y el Maya
El descarrilamiento del Tren Interoceánico, construido con asesoría de un hijo suyo, cierra 2025 con el fin del espín moralista de López Obrador: su familia está tan enchufada al poder y la corrupción, como la mafia a la que fustiga hace 30 años: son iguales.
En julio de 2024, López Obrador reveló que su hijo Gonzalo era supervisor honorífico del Tren Interoceánico: “Ha ayudado, pero no cobra y no va a trabajar en el gobierno. Cuando me dijo eso me sentí contentísimo”.
En audios revelados por Latinus, Pedro Salazar, amigo de Gonzalo y proveedor de grava para las vías del Tren Interoceánico, acepta haber pactado moches y que “ya cuando se descarrile el tren, pues ahí ya va a ser otro pedo”.
Y, el domingo pasado, el tren se descarriló, con saldo preliminar de 13 muertos y decenas de heridos. Teniendo en cuenta los audios del proveedor Pedro Salazar, amigo de Gonzalo, parece que no fue accidente: fue corrupción.
Sí: la corrupción que en 30 años tanto criticó López Obrador a la mafia del poder. Sí: a la que le quitó el poder… y que alguien parece haberse quedado con la mafia. La evidencia esa clara: el discurso anticorrupción de López Obrador está en crisis.
Hizo de los refranes un recurso eficaz para igualarse “al pueblo”, y a él le va el de “primero cae un hablador que un cojo”. Porque decía que “la ropa de marca es lujo barato, una fantochada”. Y en 2025 se vio que otros dos hijos suyos son fans de las marcas.
La semana pasada José Ramón fue visto saliendo de la tienda de lujo Loro Piana, en Houston, con bolsas Hermès. Antes, su hermano Andrés Manuel fue grabado saliendo de la tienda de lujo Prada, en Tokio, aunque con alguien cargándole las bolsas.
Y, sobre las marcas de ropa, López Obrador dice: “Imagínense, comprar una camisa y todavía hacerles publicidad ¿Qué se gana con eso, con la ropa de marca? Son cosas del sexenio de Felipe Calderón, cuando estaba la corrupción en su apogeo”.
También sobre quienes usan ropas de marca, López Obrador tiene calificativos: “Farsante, fichita, fifí, fresa, majadero, minoría rapaz, ñoño, pandilla de rufianes, pirrurris, riquín, señoritingo, simulador, ternurita, títere, traficante de influencias”.
Y también sobre los hijos frívolos. “No son tan inteligentes como los padres piensan. En los tiempos actuales es muy común que casi todos terminen convertidos en niños mimados, descoloridos y acomodaticios”.
El mismo vive un retiro dorado en su finca, alrededor de la cual su gobierno gastó 686 millones en obras, clínica moderna, cuartel y estaciones de los dos trenes insignia de su presidencia: el Interoceánico y el Maya.
Su alto discurso cae en su rostro.
