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* La composición de Marcela Rodríguez no despertó ningún interés en la población capitalina

* Difícil que en las escuelas de la CDMX se aprendan una canción de estructura tan complicada

* Éste será el ‘gran legado cultural’ que le heredará Martí Batres a la 4T

UNA OBRA SIN PIES NI CABEZA.- Salvando y respetando las distancias que hay entre verdaderas obras maestras como lo son el “God Save The King” del Reino Unido, “La Marsellesa” de Francia, el “Star Spangled Banner” de los Estados Unidos o nuestro portentoso “Himno Nacional Mexicano”, compuesto por Francisco González Bocanegra y Jaime Nunó en 1853; no cabe duda que el flamante himno de la Ciudad de México, apenas presentado en sociedad el jueves pasado por el Jefe de Gobierno capitalino, Martí Batres Guadarrama, resultó ser una obra de alcances muy limitados. Por principio de cuentas, porque éste ni siquiera es un himno. Y que quede bien clara una cosa: No tengo nada en contra de la señora Marcela Rodríguez, la compositora y mucho menos en contra de la soprano Angélica Alejandré y el tenor Adrián Pingarrón, los intérpretes. A ninguno de los tres tengo el gusto de conocerlos personalmente, pero su trabajo como artistas a mí me parece formidable. Sus trayectorias profesonales son sobresalientes, por decir lo menos. Pero lo que escuchamos el jueves pasado en el patio del Museo de la Ciudad de México, no fue un himno… fue una ópera-fusión salpicada de ritmos prehispánicos.

MOTIVO DE ORGULLO E IDENTIDAD.- De acuerdo al periodista e historiador Joel Hernández Santiago, un himno es una composición musical que resalta y exalta las proezas de dioses y héroes en la que se plasman victorias y sucesos memorables con un tono de júbilo y entusiasmo, cuyo objetivo primordial es forjar un vínculo de orgullo y de identidad entre quienes lo entonan. Sí, la obra en cuestión destaca pasajes emblemáticos de la Gran Tenochtitlán y también rescata elementos de nuestro muy particular sincretismo, pero carece de ritmos y frases “pegajosos” para que los niños y adolescentes los asimilen rápidamente y lo entonen en las escuelas porque, quiero suponer que ese es el fin de esta composición: Que se cante en las ceremonias cívicas de los planteles escolares de la Ciudad de México. Asimismo, conversando con maestros concertistas mexicanos de gran nivel, éstos me comentaron que se trata de una pieza muy difícil de interpretar porque no tiene una continuidad y los intervalos de ésta son muy fuertes y complejos, por lo que requiere de una preparación musical elevada ser cantada adecuadamente (cosa que sí pudieron hacer el jueves pasado Alejandré y Pingarrón). Aparentemente lleva un ritmo de marcha, lo cual es lógico porque la estructura musical de los himnos pertenece a este género, pero éste no está muy bien definido. Y con respecto a la letra ésta sí define muy bien lo que ha sido la historia de la CDMX desde la época prehispánica hasta nuestros tiempos, pero las palabras a las que se recurrió para elaborar la letra son muy rebuscadas y poco entendibles para la mayoría de la gente. Por lo tanto, se trata una canción muy poco digerible. El arreglo orquestal es muy bonito, pero no es pegajoso como el de nuestro “Himno Nacional Mexicano”, el cual es un alarde de cuadratura, rima y métrica, cosa que tienen prácticamente todos los himnos nacionales del planeta. En resumen, un himno debe ser una canción pegajosa para el pueblo, porque quien la interpreta es, precisamente, el pueblo. Pero todo esto es algo que a nuestro señor Jefe de Gobierno Batres le pasó de noche. ¿Verdad, Martí?

Contacto.- @yalessandrini1 (Twitter / X)
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