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Tan solo estamos a un par de semanas de cumplir un año en el que el uso de cubre bocas se ha vuelto indispensable y obligatorio, y nuestra vida ahora es catalogada como una “nueva normalidad”. 

El Covid-19 parece que nos da un descanso, pero no se va; permanece, se muta y toma distintas formas para continuar su existencia en todo el planeta. 

En México cerramos esta semana con 189 mil 578 muertes y 2 millones 119 mil 305 contagios de acuerdo a los datos ofrecidos por la Secretaría de Salud. Hoy ha sido uno de los días en que se reportaron 712 fallecimientos, después de estar sobrepasando más de mil diarios. 

La gestión de nuestra crisis sanitaria ha ido de curva en curva, y en todos los casos los índices son alarmantes porque el contagio continúa y la permisividad en las calles también.

 Aún y con los cierres y limitantes impuestos por las autoridades de cada estado, el país sigue en estado de alarma. Los semáforos podrán cambiar de color pero el riesgo siegue siendo el mismo.

Sin mencionar que nuestra capital, la propia Ciudad de México no detiene su movilidad y los casos no han cesado. 

El coctel emocional por el que hemos pasado y sobrellevado por ya casi un año, se suma a las pérdidas de familiares, amigos, conocidos y admirados desconocidos que también nos han dolido.

Hasta el día de hoy sigue sin haber un parámetro claro del por qué a unos los mata, y a otros no, porque los cuerpos sanos y jóvenes también han perdido la batalla contra el Covid-19. 

Milan Kundera dijo que querer el olvido era un problema antropológico, por el simple hecho de que el hombre ha sentido desde el pasado el deseo de reescribir sus propia biografía, sus huellas, sus actos.

Eso pareciera que nos está pasando, con estas nuevas medidas que nuestro gobierno ha comenzado a tomar, en cuanto a tener una mayor apertura en actividades. 

Parece que en el flujo de información que nos bombardea por todas partes,  hace que se nos escapan los temas principales y los riesgos que un virus de este nivel y el mal manejo de este, no han desaparecido.

 La fotografía que hoy les comparto es un recordatorio de que no debemos olvidarnos de los que han muerto, de lo que no han encontrado algún tipo de ayuda médica y han quedado en sus camas o en el piso de sus casas ausentes de oxígeno.

No olvidemos los casos de quienes no fueron ingresados en las clínicas y terminaron muriendo en la fila de espera, que no se nos pasen los avisos de que la pandemia estaba domada y controlada y que el uso del cubre bocas no era necesario.

Que no olvidemos por el ansia de volver a la “vieja normalidad”, por un trago, por un viaje, por que los niños vuelvan a clases, porque todo sea igual.

 El fotoperiodista Andrew Testa, quien colabora directamente para The New York Times documentó el impacto de la segunda ola de contagios en Inglaterra, estuvo en el campo de batalla médico durante meses siguiendo a los hombres y mujeres que ingresaban hasta fotografiarlos cuando podían salir con vida, y también a los que no lograron sobrevivir.  

Las imágenes son desgarradoras, porque su tarea de documentar se basó en capturar la emoción que se entrelaza entre el cansancio del personal médico y el temor de los pacientes. 

En esta fotografía vemos el vínculo en sus miradas, de quien puede mantenerte en vida con quién sabe que algo puede fallar y no vivirá más.

La mirada de él atemoriza a cualquiera, la vulnerabilidad de depender de un respirador para continuar, el cuerpo semidesnudo, nadie de su familia a su lado, aislado por completo porque se convirtió en un riesgo para todos.

 Si usted captura lo que sucede allá afuera, no pierda de vista las miradas de las personas. Ellas nos dan la dirección de lo que se percibe y lo que puede llegar a pasar.

Inglaterra, uno de los países con mayor mortandad en la Unión Europea, ha sufrido a causa de que su gobierno en un inicio se negó al confinamiento, porque decidieron mantener las fronteras abiertas y porque no implementaron ningún tipo de rastreo.

Creyeron que no era necesario, hasta que los casos aumentaron de mil en mil y su primer ministro Boris Johnson terminó hospitalizado con algunos días en terapia intensiva. 

Algo nos debe de sonar, acá del otro lado del charco. Algo tendríamos que estar aprendiendo de los países que tienen un sistema de salud de primer mundo y que aún así, estuvieron al borde del colapso.

Allá se han asegurado cerca de 360 millones de dosis de las diferentes vacunas, y su movilización para cubrir masivamente está en proceso. Aquí, no.

Que el trabajo que realizan nuestros fotoperiodistas en el país no quede fuera de nuestro radar, sigamos observando lo que sucede, y si no, vaya a ver el resto de la información que sucede en los otros países que van muchos pasos adelante.

 No olvidemos por querer volver, mejor recordemos que seguir cuidándonos nos ayudará a enfrentar el segundo impacto a nuestro país, porque esta breve tregua parece ser el escenario perfecto para abrirle la puerta a la terrible posibilidad de morir, sin siquiera contar con un sistema de vacunación ni mejoras en el sector salud.

Que no se nos olvide - screen-shot-2021-03-05-at-184226
Foto de Andrew Testa.