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Los votos dentro de la Junta de Gobierno del Banco de México para decidir el rumbo de la política monetaria han sido divididos durante las últimas reuniones. Es prácticamente un hecho que para el encuentro del jueves de la próxima semana hay por lo menos dos subgobernadores que tienen ya decidido su voto a favor de bajar las tasas una vez más antes de que termine el año.

Incluso podrían inclinarse, al menos uno de los dos, por un decremento en el costo del dinero de hasta medio punto porcentual.

Los otros tres podrían optar por mantener un discurso prudente, pero podrían estar ahora mismo juntando las llaves que les permitan relajar un poco la política monetaria.

Hay cuestiones internas que no han cambiado y que difícilmente cambiarán, como una mayor prudencia y sentido común en las decisiones gubernamentales que puedan empezar a recuperar la confianza perdida de muchos agentes económicos. La 4T genera una tensión innecesaria que se ve reflejada en la incertidumbre que compensa el alto costo del dinero.

Pero hay otros hechos que sin duda respaldarían una nueva baja de la tasa interbancaria antes de terminar el 2019.

En primer lugar, la tendencia de los indicadores de inflación. Más allá de ese 2.97% analizado al cierre de noviembre pasado del Índice Nacional de Precios al Consumidor, los diferentes subíndices muestran comportamientos estables.

Pero la política monetaria también busca anticiparse a aquellos riesgos que eventualmente pudieran presionar los precios, por ejemplo, a través de una ola financiera especulativa en los mercados.

Ese semáforo de riesgos se ha reducido considerablemente en los últimos días.

Si es verdad ese anuncio de un potencial de producción petrolera del yacimiento Quesqui, de añadir de forma inmediata 69,000 barriles diarios, podría aligerar las presiones financieras de Petróleos Mexicanos.

Si se revierte la baja en la producción petrolera puede comprarle algo de tiempo a la empresa petrolera para que no se decida otra degradación crediticia por parte de las calificadoras que comprometa la nota de la deuda soberana mexicana. Esto se puede ponderar durante la reunión de política monetaria.

La firma de los parches al acuerdo comercial norteamericano y sobre todo la promesa demócrata de pasarlo por la Cámara de Representantes son un calmante para los mercados, que los pueden llevar a enfrentar de mejor manera la guerra comercial que vive el mundo.

Ese avance puede ser también una palomita más a la estabilidad local y por lo tanto un estímulo a los banqueros centrales para que reduzcan el costo del dinero.

La apreciación que ha tenido el peso mexicano frente al dólar, por diferentes circunstancias, también puede ayudar a alimentar ese sentimiento navideño de ser una paloma de la paz monetaria al menos durante esta temporada.

Se juntan, pues, algunas llaves que podrían permitir un relajamiento adicional, pero no hay manera de poder llamar a desactivar los focos amarillos que mantiene encendidos el banco central mexicano.

Sobre todo porque internamente se mantienen muchas políticas que no prometen regresar pronto ese valor tan indispensable para el crecimiento y la estabilidad que es la generación de confianza.