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En el gremio de los guionistas de cine existe algo muy cercano a la tortura, se trata de la modificación a un guión ya terminado.

Los guionistas de Spectre, la última película de James Bond, agente secreto 007, creación de Ian Fleming, daban por hecho que su obra estaba terminada. Una prueba de ello es que estaban en pleno rodaje.

Por eso se les hizo raro ser citados a una junta en relación con el filme en las oficinas de Jonathan Glickman, presidente de la Metro Goldwyn Mayer (MGM), compañía socia de la película, a la que también asistiría el CEO de la Sony, otra de las empresas asociada. Uno de los escritores pensó que la junta sería para felicitarlos por su buen trabajo. A éste lo desengañó un guionista veterano cuya experiencia le decía que los jefes nunca te llaman para felicitarte, lo hacen para regañarte o para hacerte trabajar más.

Los cineastas fueron recibidos por los dos personajes mencionados, a los que se agregaron Sam Mendes, el director, y una gran cantidad de productores, de los muchos que actualmente cualquier producción cinematográfica tiene en su nómina y que sólo son una caterva de individuos, lamehuevos, con una gran ambición de poder a la que los verdaderos productores contratan por aparte y les hacen creer que son sus hombres de confianza para que cuiden los gastos, vigilen a los demás, y los acusen de cualquier error cometido. Esta maquiavélica técnica del “divide y vencerás” da muy buenos resultados entre los magnates del cine: mientras ellos se divierten con las estrellitas de su próxima producción, sus incondicionales se pelean, entre ellos, defendiéndoles su dinero, en lugar de unirse para, de común acuerdo, ponerles en la madre.

La reunión comenzó cuando Johathan Glickman les anunció: Spectre, nuestra película en filmación, va a sufrir algunos cambios en el guión. No se alarmen -los tranquilizó el CEO de Sony- serán cambios mínimos con el afán de ser políticamente correctos.

Se trata -expresó el mandamás de (MGM)- de algunos compromisos. Por lo pronto el asesinado no será el jefe de Gobierno de la Ciudad de México. No conviene a nuestra diplomacia porque se trata de un funcionario público muy querido por haber abolido los saleros de los restaurantes capitalinos. Por supuesto que habrá un muerto pero éste será un funcionario internacional. Y otra cosa, por ningún motivo el asesino puede ser un mexicano.

No me chingues -protestó Sam Mendes, el director- yo ya tenía un asesino auténtico. Fue sicario del Cártel de Sinaloa, ha matado a más de quince. Está en libertad porque el Ministerio Público, mediante un dinero, le hizo una mala consignación.

¿Qué parte de que el asesino no será mexicano no entendiste, Sam? -preguntó Glickman. Y otra cosa, necesitamos a una mujer mexicana del lado de los buenos. La tengo -respondió Mendes- se trata de Stephanie Sigman, muy buena actriz, acostumbrada a la sangre y a la violencia porque protagonizó Miss Bala.

Otro detalle, algunas de las escenas principales deben celebrarse en Día de Muertos, porque es una tradición mexicana.

Eso ya lo tengo calculado -presumió Mendes- en Guerrero, en Michoacán o en Tamaulipas, cualquier día puede ser de muertos.

Ah, ya se me estaba olvidando -recordó el de Sony- también hay que grabar edificios modernos y monumentos para lucir la belleza cosmopolita de la ciudad de México. No son muchos. En una tarde te grabas todos . Ah… no se te olvide la Estela de Luz, es una construcción que parece anuncio de farmacia de Las Vegas. (Todos se rieron)

¡A trabajar señores! -dijo el presidente de (MGM). Un rato después, ambos magnates se felicitaban mutuamente: No fueron tantos los cambios por los 14 millones de pesos que nos dará el gobierno de México en incentivos fiscales.

Le propongo a un guionista la siguiente sinopsis. La acción sucede en un país imaginario donde dos reporteros radiofónicos investigan sobre 22 asesinados por el Ejército en una población cercana a la capital, así como sobre la lujosa residencia de la Primera Dama y la casa del Ministro de Hacienda a cuya construcción los ayudó con buenos precios y financiamiento de bajos intereses (sin conflicto alguno) la compañía que tiene mayor número de contratos gubernamentales. De pronto, la cadena radiofónica les rescinde sus contratos a los reporteros, cuya jefa, una de las voces más acreditadas y escuchadas de la radio, renuncia si éstos no son reinstalados en sus puestos.

Hasta ahí el argumento. Pero mediante unos cuantos millones, no en incentivos fiscales sino en efectivo, el argumento puede sufrir cambios: Dos reporteros investigan la desaparición de 22 personas y la construcción de las modestas casas de la Primera Dama en la colonia Portales y las del Ministro de Hacienda en la Agrícola Oriental. Las casas han sido construidas, parcialmente, con la ayuda de la Compañía Adobera del Moche, pequeña empresa en quiebra porque el sexenio pasado el gobierno le encomendó hacer la barda perimetral de la frustrada refinería de Hidalgo. Las 22 personas son abducidas por una nave extraterrestre y con ellas los reporteros. La Adobera del Moche quiebra ante la falta de pagos del sexenio pasado. La acreditada periodista se contrata con una de las nuevas empresas de televisión que se tarda en salir al aire 12 años, tiempo suficiente para que nadie se acuerde de ella.