
Monseñor Ramón Castro y Castro, presidente de la CEM, recordó que Nostra Aetate marcó un antes y un después en la forma de comprender al otro
La Ciudad de México fue sede de la conmemoración del 60 aniversario de la Declaración Nostra Aetate del Concilio Vaticano II.
El documento transformó la relación entre la Iglesia católica y el pueblo judío.
Refleja el amor y el acercamiento entre hermanos, la fraternidad y la convicción de que juntos logramos cosas mejores”, dijo el padre Edgar Valtierra.
Monseñor Ramón Castro y Castro, presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), recordó que Nostra Aetate marcó un antes y un después en la forma de comprender al otro.
Definió la declaración como un llamo a construir puentes y no muros para que haya paz y fraternidad.
(Es) un testimonio de amor, esperanza y respeto hacia nuestros hermanos mayores”, expresó.
Por su parte, el nuncio apostólico Joseph Spiteri subrayó el carácter innovador de la declaración y citó al papa León XIV, quien afirmó que esta “fue una semilla sembrada que se ha convertido en un árbol alto y fuerte con frutos de respeto y hermandad”.
Indicó que el capítulo sobre el judaísmo es el más amplio y “el corazón de la declaración”.
Exhortó además a rechazar toda exclusión y discriminación, así como a fortalecer programas sociales y promover un diálogo cercano con los jóvenes.
Resaltó que la ceremonia en la CDMX demuestra la voluntad de “seguir trabajando juntos”.
En la misma línea, monseñor Héctor Páez describió a Israel como “ese hermano mayor en la fe”, con lo que Nostra Aetate es un “singo de esperanza, un camino de encuentro y de respeto por nuestras diferencias”.
El cardenal Carlos Aguiar Retes reconoció la cercanía espiritual entre la Iglesia católica y el pueblo judío, mismos que tienen “muy fraternas y muy buenas relaciones”, particularmente en México.
Explicó que el origen de Nostra Aetate está en la conciencia del horror de la Segunda Guerra Mundial y del Holocausto, así como en el deseo de sanar heridas históricas. Recordó que el texto reconoce que “todas las personas tienen semillas de verdad y bondad” y constituye un rechazo firme a la discriminación.
Aguiar destacó que el capítulo más extenso está dedicado al judaísmo, lo que marcó “una conciliación sin precedentes, un llamado contundente contra el odio y la exclusión”. Afirmó que, seis décadas después, el documento sigue siendo vigente y “no se queda solo en tinta”, pues inspira pasos concretos para “crear una verdadera amistad y fraternidad: escucharnos, valorar los puntos de convergencia y trabajar conjuntamente por la justicia social”.
Recordó que desde los años setenta existe “un aprecio genuino por conocernos y ayudarnos”, y concluyó aseverando que “hemos estado y estaremos siempre con ustedes porque los hermanos no se separan, no se dejan y siempre están cerca”.
Asimismo, el presidente del Comité Central, Elías Achar, destacó que la promulgación de Nostra Aetate abrió “un camino que hasta entonces parecía inalcanzable”, al declarar explícitamente el rechazo de la Iglesia al antisemitismo y reafirmar la dignidad humana.
Subrayó que en México esta evolución se ha concretado mediante proyectos educativos, culturales y sociales desarrollados en conjunto.
“Este diálogo no ha sido un ejercicio protocolario —afirmó— sino un trabajo serio, paciente y responsable que ha permitido derribar prejuicios”.
Agradeció a las autoridades católicas por su “compromiso y sensibilidad”, y renovó el llamado a seguir fortaleciendo este puente “para bien de toda la sociedad mexicana”.
Para finalizar el encuentro, el coro de la Comunidad Bet El, dirigido por el jazán Ari Litvak, interpretó Haleluya de Arthur Rubinstein y Adon Olam.