Elecciones 2024
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La hora de López Obrador
Foto de Xinhua

Luego del triunfo de Andrés Manuel López Obrador en las pasadas elecciones del 1 de julio, el analista político Liébano Sáenz escribió para el periódico Milenio sobre los factores que influyeron para que se el candidato de Juntos Haremos Historia lograr adjudicarse la Presidencia de la República:

Son dos los elementos fundamentales de la Presidencia de Andrés Manuel López Obrador: un mandato ciudadano mayoritario acompañado de una mayoría legislativa, y una propuesta electoral que ha recibido de manera explícita el aval de 30 millones de votantes. Esto remite a un dilema no resuelto en la teoría política: los electores votan por la persona que se hará cargo del gobierno, o bien, votan el programa. También hay otro dilema que se presenta al momento del ejercicio del poder y que tendrá que enfrentar el nuevo gobierno: la brecha entre lo que se quiere y lo que se puede hacer desde la administración pública.

En sus primeros días como candidato ganador, López Obrador ha estado construyendo con acierto su proyecto presidencial. Lo facilita lo amplio de su victoria; pero hay que reconocer que ha habido generosidad, buenas formas, apertura, voluntad de tolerar y escuchar, ofrecer confianza a los empresarios y ratificar su compromiso de trabajar para los mexicanos, y, particularmente, para los pobres. Las expresiones que hemos escuchado hablan de su entendimiento del tránsito de candidato a gobernante. El cambio le ha redituado, y ha recibido un respaldo generoso de empresarios, ex presidentes y medios de comunicación.

Por otro lado, ese auténtico júbilo popular aunado al calculado apoyo cupular da espacio al optimismo sobre lo que viene. Es deseable el éxito de una nueva administración y también lo es el cambio para mejorar en muchos temas de la vida pública. La cuestión no es el objetivo que se pretende, bien sea aumentar el crecimiento económico, disminuir la violencia o abatir de manera importante la corrupción, el tema es lo que debe hacerse para que eso suceda. El apoyo popular y el cupular son útiles, sin duda, pero los resultados esperados requieren de método y de muchas voluntades.

En la campaña es de esperar que se postule a la persona y su voluntad como fórmula del cambio; sin embargo, ya en el gobierno, los temas remiten a los medios, los recursos, los tiempos y las estrategias. Por ejemplo, estimo que en materia de crecimiento económico la inversión pública y la privada son fundamentales; pero esta segunda está condicionada no solo por el incentivo de la ganancia, sino también por la certeza de derechos, es decir, que quien invierta tenga como garantía el cumplimiento de reglas.

Otro elemento de peso en la Presidencia de López Obrador es que contará con algo que sus antecesores no tuvieron: la mayoría legislativa, lo mismo para aprobar el presupuesto, que para cambiar leyes o ajustar instituciones. Esto es una oportunidad privilegiada, pero también entraña el riesgo de no contar con el contrapeso de la pluralidad reflejada en más de 35 por ciento del padrón que no emitió opinión alguna y se abstuvo de votar, y del 43 por ciento de quienes votaron y lo hicieron por otra opción partidista. Lo que queda frente a lo avasallante del triunfo es la necesidad de la autocontención, lo que tiene que ver no solo con la estructura personal y política del presidente, sino también con la del equipo cercano y con su dinámica de trabajo. Un presidente que no escucha, o que atiende exclusivamente la visión de su círculo de colaboradores, peor cuando estos tienen estrechez de miras o agendas propias, tiende a alejarse de la realidad y a perder sentido de las cosas. Para hacer efectiva la autocontención no basta con atender y oír, también es necesario entender y dialogar. Pensar que gobernar es un viaje de ida y vuelta es un ejercicio obligado para el buen gobernante.

La cortesanía es una práctica que mucho perjudica a quien tiene el poder. Conforme es mayor el poder, lo es también el riesgo de padecer este mal. López Obrador es un político formado en la lucha social, es sanamente desconfiado y esas son fortalezas, pero también esto último puede ser debilidad. Administrar la confianza-desconfianza es un reto nada menor. Para ello hay técnicas de evaluación que le dan objetividad a este ejercicio. Alentar la autocrítica es un ejercicio difícil, pero es útil a manera de que el gobierno pueda ser eficaz a la hora de identificar problemas, insuficiencias y desviaciones.

En su primer mensaje, fue inequívoco respecto al compromiso de asumir un nuevo código de probidad y austeridad, al que seguramente incorporará el de eficacia, para quienes en su gobierno tengan responsabilidad pública o política.

La hora de López Obrador - amlo-dest

La realidad del proceso político que llevó a Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia y a su partido a la condición de fuerza hegemónica es la de un movimiento político-social. Hay una muy precaria institucionalidad en la corriente que triunfó el 1 de julio y esa es una insuficiencia para efectos del ejercicio del poder a través de las instituciones. López Obrador ya no es líder de un movimiento, sino presidente de todos los mexicanos.

Este tema remite al de la relación con las fuerzas políticas que le llevaron al poder, especialmente el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). Su esencia fue el de una amplia alianza para ganar el poder y llevar a la Presidencia a López Obrador. En su sentido nominal, el proyecto se cumplió en los comicios. Decir que el común denominador es la lucha contra la corrupción o la justicia social dirigida especialmente a los pobres es muy general para dar identidad y claridad de programa. Deberán definirse las coordenadas ideológicas, políticas y programáticas que necesariamente llevarán a su institucionalización y a una agenda de cambios que precise no solo lo que no se quiere, sino cómo se pretende llegar a ello.

López Obrador logró ganar la Presidencia. Una larga lucha a partir del carácter, la disciplina y la persistencia personal del tabasqueño. Pareciera que ese proceso fue lo más difícil. Pero ha llegado el momento de ejercer la responsabilidad pública; y ello plantea el verdadero problema: el de enfrentar las condiciones de la realidad, que obligan al gobernante a identificar entre dos opciones: lo deseable y lo posible. Ya no es un asunto de simple voluntarismo sino de complejidades que van más allá del discurso de campaña. Sin embargo, la buena noticia es que sí es posible construir una nación diferente; siempre y cuando la propuesta política se ajuste a los intereses nacionales y, sobre todo, al marco legal y a la institucionalidad del país.

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