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El deseo de un sueño reparador
Foto de Ana Paula Cámara

Un jueves por la tarde, el cielo nos regalaba un atardecer digno de septiembre, cuando el clima empieza a ser amable, había llovido a lo largo del día, se respiraba un aroma a tierra mojada, dirían los románticos; en realidad es una bacteria llamada geosmina, lo que produce ese olor particular.

Las unidades estaban siendo lavadas, deben estar limpias por cualquier eventualidad no pueden mezclarse las evidencias o contaminar las escenas de crimen por falta de precaución.

Yo me encargaba del abastecimiento del cajón de suministros, se requerían guantes nitrilo sin talco para evitar posibles mezclas de ADN al utilizar los polvos magnéticos al levantar huellas dactilares, es una posibilidad muy remota pero posibilidad finalmente.

Se necesitaban testigos métricos, esos que establecen la justa dimensión de una evidencia física; gasas para realizar la prueba del radisonato, para saber si las víctimas mortales sostuvieron y dispararon un arma de fuego; bolsas negras para cadáver, las que son preferible llevar extras que tener escasez; también bolsas de papel para preservar y embalar las evidencias biológicas, las manos en las mujeres víctimas de feminicidio; sin bolsas plásticas para la evidencia física, aún me preguntó en qué tipo de bolsas podremos un día poder embalar para su análisis la evidencia conductual.

En qué material podremos contener el amor, la ira, la venganza, eso que no se puede tocar, más existe, ojalá un día…

También nos faltaba luminol, ese líquido que nos permite saber si en una escena de crimen hubo fluidos corporales involucrados y unas botellas con agua para aminorar el cansancio, debemos tener la mente clara en situaciones de estrés, nos puede salvar la vida.

El Matra no había sonado en todo el turno, habíamos tenido una relativa calma chicha, el presagio de que viene algo fuerte; por tanto, los suministros debían estar listos para ser utilizados en cualquier momento.

En ese instante sonó mi teléfono personal, era mi pareja, me preguntaba cómo iba mi día, si había comido, y si podría llegar a dormir por la noche.

Me contaba que el gato había derramado nuevamente la caja de arena en protesta por cambiarle la marca de croquetas.

Por un momento, creí ser una persona común que tiene un vida ordinaria, más acababa de sonar el Matra, que me recuerda que soy servidora pública y solo pude decirle, “ten un sueño reparador, cariño”…

La noche sería larga, un grupo de jóvenes fueron acribillados en una cancha de fútbol rápido, las víctimas iniciales eran seis, dos de ellos eran hermanos… Yo no dormiría en casa, no esa noche.

No es fácil saber que tu pareja se queda preocupada porque no sabe si vas a regresar y si se volverán a ver, y menos es fácil saber que tu pareja trabaja en lugares donde ni al diablo le gusta entrar…