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Así funciona un hospital dedicado al COVID-19 en México
Fotografía al interior del Centro Médico Adolfo López Mateos, el 7 de mayo de 2020, en la ciudad de Toluca, en el Estado de México (México). Foto de EFE/ Alex Cruz

Cuando Alberto entró hace ocho días con dificultad para respirar en el hospital, una voz resonó en los altavoces: “Ruta COVID-19“. Así es cómo el principal centro médico público del Estado de México avisa a su personal de la llegada de un nuevo paciente y del inicio de una carrera contrarreloj para salvarle la vida.

La Agencia EFE accede al interior del Centro Médico Adolfo López Mateos de la ciudad de Toluca, a una hora de la Ciudad de México, cuando el país atraviesa el pico de la pandemia, con cerca de 30 mil enfermos y 3 mil muertos, según las autoridades.

Hace tan solo un mes y medio, los pasillos y salas de espera de este hospital de alta especialidad, que tiene una cobertura para 2.4 millones de personas del centro de país, lucían abarrotados.

Pero desde que fue declarado hospital para atención de COVID-19, los accesos se restringieron y las medidas de seguridad se extremaron. Ya nadie puede deambular a su aire por el centro médico.

Una ocupación fuera de lo normal

No hay que dejarse engañar por esta calma tensa. La realidad que existe en las habitaciones de los tres pisos en los que se atiende a contagiados del coronavirus SARS-CoV-2 es muy distinta.

El ingreso de pacientes es un flujo alto, sobre todo en este pico, donde el ingreso es demasiado para la población normal que evaluamos diariamente”, explica este viernes a EFE el director del centro, José Rogel Romero, en su despacho en el quinto piso del edificio.

A pesar de esto, hasta el momento el hospital no se ha visto rebasado. El centro tiene una ocupación del 55 por ciento, por debajo de la media de los 69 hospitales del área metropolitana de Ciudad de México, la zona más afectada del país.

A diferencia de otros hospitales, aquí no han escaseado los ventiladores para cuidado intensivo ni material sanitario. Pero la situación podría complicarse si la población no cumple con la cuarentena, avisa el director.

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Fotografía al interior del Centro Médico Adolfo López Mateos, el 7 de mayo de 2020, en la ciudad de Toluca, en el Estado de México (México). Foto de EFE/ Alex Cruz

No puedo decir la cantidad, pero la suma (de pacientes) es alta. Una cantidad fuera de lo normal“, añade.

Para hacerse una idea, en lo que dura la entrevista, el altavoz “Ruta COVID-19” suena varias veces. Al menos seis pacientes nuevos han llegado.

Todo paciente se considera con COVID-19

Este altavoz ha sido una herramienta clave en la rápida reconversión que tuvo que hacer el centro para atender a enfermos de la nueva neumonía, junto con una ruta señalizada en el suelo que deben seguir todos los pacientes.

Cuando alguien con síntomas (fiebre, tos seca, dificultad para respirar) llega a urgencias, pasa un primer filtro en una carpa exterior donde se determina si es un caso leve, que tendrá que aislarse en casa, o es un caso grave.

Los enfermos graves son atendidos ya en el edificio por personal especializado que realiza, entre otros estudios, una tomografía para catalogar el tipo de internamiento. Es entonces cuando suena el famoso altavoz. “Todo mundo debe despejar el área y el paciente ingresa”, cuenta el director.

Algunos son intubados porque necesitan respiración asistida, mientras que otros reciben varios medicamentos. No hay un tratamiento específico.

Paralelamente, personal médico con máscaras y trajes sellados desinfecta las áreas donde han pasado los enfermos. También carga cajas herméticas con las pruebas diagnósticas de COVID-19 que se mandan a un laboratorio que entrega los resultados entre 8 y 24 horas después.

Aunque México es el país de la OCDE que menos pruebas realiza, en este hospital aseguran que hacen la prueba a todos los pacientes, también a los leves.

Todo paciente que tenga fiebre, tos y estornudos es COVID-19 hasta demostrar lo contrario“, cuenta el director.

Incluso los muertos que no tuvieron un diagnóstico a tiempo son considerados COVID-19 y las autoridades recomiendan incinerarlos cuanto antes.

Informar a los familiares, un proceso delicado

La semana pasada, un grupo de personas irrumpió en un hospital de Ecatepec, también en el Estado de México, para exigir información sobre el estado de salud de sus familiares.

Las quejas por no saber nada de sus allegados se multiplicaron en muchos hospitales del país, lo que forzó a las autoridades a instalar carpas informativas en las puertas de los centros hospitalarios.

El de Toluca ya tiene su carpa, donde informa a familiares de pacientes en un turno de mañana, otro de tarde y otro de noche, aunque también existe la opción telefónica.

Sin embargo, eso no mitiga la cara de angustia de los familiares, que por seguridad no pueden visitar a los enfermos.

Hay que tener en cuenta, que los enfermos que acceden a urgencias solo pueden tener un acompañante. Por eso, algunos familiares vieron por última vez a su paciente a través de la verja del hospital.

Desde el incidente de Ecatepec, varios elementos de la Guardia Nacional fueron desplegados en el hospital de Toluca para reforzar la seguridad, aunque la dirección asegura que no han registrado incidentes con pacientes ni ataques a personal médico.

A la salida del hospital, Alejandra, trabajadora del departamento de nutrición, confirma a EFE que “la situación está controlada” y que no se han registrado ataques a personal médico, pero sí actos discriminatorios en la calle.

Una vez, dos camiones no me quisieron llevar. Por eso tengo que venir con ropa normal“, cuenta antes de quitarse la bata.

El alta no es el final del proceso

Aunque sean dados de alta por una notable mejoría de sus pulmones, muchos pacientes deben seguir un tratamiento en casa con tanques de oxígeno suplementario y extremando el distanciamiento social.

Alberto, protagonista del inicio de esta crónica, sale del hospital debilitado y a paso lento, con la cara tapada y un tanque de oxígeno portátil que le ayuda a respirar.

Perla, la familiar que lo acompaña, cuenta que Alberto “ha evolucionado muy lento” pero parece que ha superado el coronavirus. Luego lo ayuda a subir a la parte trasera de su coche, donde ha extendido una manta para evitar algún tipo de contagio.

A pocos metros, Ángel espera impaciente la salida de su tía Nancy del hospital, al que entró hace cuatro días y donde, asegura, fue bien atendida.

Le avisaron por teléfono que hoy darían el alta a su tía, pero no sabe cuándo, así que lleva desde primera hora esperando en la puerta junto a un tanque de oxígeno que ha comprado por su cuenta con un costo de 250 dólares.

La hospitalización en este centro gratuita pero no el oxígeno suplementario, aunque para Ángel eso es lo de menos ahora.

Uno se preocupa porque es familia. Da gusto saber que está bien y que va a salir”, explica con una sonrisa que se percibe más allá del cubrebocas.

Con información de EFE