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Las últimas horas de Adolf Hitler
Adolf Hitler y Eva Braun en 1942. Foto del Archivo Federal Alemán

Este 30 de abril se cumplen 74 años del suicidio de Adolf Hitler, controversial figura histórica que encabezó un gobierno totalitario en Alemania y desató la Segunda Guerra Mundial.

El Führer pasó sus últimos días en un búnker subterráneo, al que llegó el 16 de enero de 1945, acorralado por los Aliados.

Debajo de la cancillería, el búnker de Hitler tenía 18 pequeñas habitaciones y contaba con su propio suministro de agua y electricidad.

Adolf Hitler pasó gran parte del tiempo administrando lo que quedaba de las tropas alemanas y conviviendo con colegas cercanos como Joseph Goebbels, Hermann Goering, Heinrich Himmler y Joachim von Ribbentrop.

Para finales de abril, los soviéticos habían llegado ya a Berlín y llevaron la lucha hacia el centro de la ciudad. El 22 de abril, Hitler sufrió una “crisis nerviosa”, entrando en un estado de histeria, gritando que sus generales lo habían traicionado y que el país había sucumbido ante “una sarta de cobardes y traidores”.

Conforme se acercaba el fin de abril, Adolf Hitler manifestó su intención de suicidarse, por lo que solicitó a un médico que le recomendara un método confiable; este le sugirió tomar una dosis de cianuro e inmediatamente darse un disparo en la cabeza.

El 28 de abril se enteró de la ejecución de su aliado Benito Mussolini a manos de los partisanos antifascistas, momento en que juró no compartir la misma suerte del dictador italiano.

Al día siguiente se casó con Eva Braun en el búnker, en una pequeña ceremonia. Braun nunca se separó de Hitler, y se negó a abandonar el escondite, incluso cuando los rusos se acercaban.

El día de su suicidio, Hitler se despidió del cuerpo médico y ordenó que el personal que no fuese indispensable abandonara las instalaciones.

Al mediodía almorzó con sus secretarias una comida basada en pastas, tras lo cual se despidió regalándoles cápsulas de cianuro. También dijo adiós a la familia Goebbels.

Cerca de las 15:30 h, Adolf Hitler y Eva Braun se reunieron un la sala de mapas y se quedaron a solas; minutos después solamente se escuchó un disparo.

Los asistentes del líder alemán esperaron un cuarto de hora y encontraron a Hitler doblado sobre sí mismo en un sillón mostrando una mueca deformada en su boca; su pistola Walther PPK de 7.65 mm había caído de su mano derecha.

Por su parte, Eva Braun no alcanzó a disparar su arma, el cianuro hizo efecto antes del disparo. La mujer estaba tendida a lo largo del diván con los ojos abiertos.

Tras esto, en medio del incesante bombardeo soviético, los asistentes del dictador alemán colocaron los cuerpos de Braun y Hitler en el jardín de la cancillería, vertieron gasolina y les prendieron fuego.

Este fue el final del tirano alemán.

Con información de López-Dóriga Digital