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José Tomás corta seis orejas y rabo en Granada
Fofo de EFE

José Tomás ofreció en Granada una tarde antológica, de esas que perdurarán en el recuerdo de cuántos vinieron a verle en directo, y no sólo por las seis orejas y rabo que cortó en total, sino por la exhibición dio de suavidad, pureza y verdad de su maravilloso y singular concepto del toreo.

Este sábado firmó una actuación colosal, a la altura de la belleza y majestuosidad de una ciudad como Granada.

En sus cuatro faenas se fusionaron la solemnidad del Generalife, la suntuosidad de los jardines nazaríes, el hieratismo de los leones que salvaguardan y dan nombre al patio más famoso de la Alhambra, el encanto de su arte mudéjar, la frescura de Sierra Nevada, los aires barrocos del Sacromonte y el embrujo del Albaicín.

Federico García Lorca dijo una vez que “por el agua de Granada sólo reman los suspiros”, los mismos que hoy navegaron por las venas de las 12 mil 500 almas que abarrotaron un día más la Monumental de Frascuelo y que vibraron como pocas veces con una tarde mágica a cargo de un torero único, distinto y prodigioso como es José Tomás, capaz de crear con su capote y muleta auténticas maravillas del mundo.

Su primera faena fue un pequeño aperitivo de la grandeza de este torero, que ya con el capote toreó muy despacio y ajustado tanto por verónicas como en un quite por delantales y espaldinas. Siete estatuarios sin enmendarse fue la apertura de una faena en la que la hondura al natural y la rotundidad por redondos se fusionaron para cuajar a un buen ejemplar de Cuvillo, que ya acabó desorejando.

El saludo al segundo fue una oda al toreo excelso a la verónica. Caricias a cámara lenta. Cumbres. Como el quite posterior por impávidas gaoneras. El “garcigrande” tuvo movilidad pero había que poderlo. Y Tomás lo hizo con su izquierda, con suma naturalidad y tremenda pureza. Sin darse importancia. Colosal.

Dos cambios de mano por detrás ligados a sendos naturales pararon el tiempo. De escalofrío. Faena inmensa del madrileño emborronada únicamente con un feo bajonazo. Dio igual. Otras dos orejas más.

La faena al de El Pilar que hizo quinto fue un ejercicio de fe en la que tuvo que ir ahormando al astado a base de temple y mando para tratar de hacerlo romper hacia adelante en una faena derechista, esforzada y sin rúbrica con la espada.

En el sexto se emborrachó a torear de capote: Verónicas, delantales, pases por la espalda. Todo muy rotundo, reunido y, sobre todo, al ralentí. Pero es lo que vino después, en la muleta, tuvo un sentimiento, un gusto, una verdad, una rotundidad por abajo que hicieron de ella una nueva obra de arte, que tuvo el colofón de los máximos trofeos.

El rejoneador Sergio Galán anduvo sobrio y a muy buen nivel en sus dos faenas. Pudo haber tocado pelo del cuarto de haber fallado en la suerte suprema.

Con información de EFE