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Estudio relaciona un virus presente en el intestino con la adicción a la comida
Adicción a la comida. Foto de Thomas Kelley / Unsplash

Un estudio del Instituto de Investigación Biomédica de Girona Josep Trueta (IDIBGI) y la Universidad Pompeu Fabra (UPF), ambos en España, reveló que un tipo de virus presente en la microbiota intestinal, en concreto el Microviridae, se asocia a la adicción a la comida y la obesidad.

Hasta ahora las investigaciones sobre la microbiota se habían centrado en las bacterias, pero este hallazgo muestra que otros microorganismos, como los virus, también influyen en el equilibrio de la salud intestinal y en conductas relacionadas con la nutrición y el metabolismo.

La investigación, “Microviridae bacteriophages influence behavioural hallmarks of food addiction via tryptophan and tyrosine signalling pathways”, publicada en la revista Nature Metabolism, también identifica una sustancia en el plasma sanguíneo, el ácido antranílico, que podría proteger de comportamientos vinculados con la adicción a la comida.

La adicción a la comida es un trastorno en el que se pierde el control sobre lo que se come, se relaciona directamente con problemas como la obesidad y desencadena mecanismos del cerebro similares a los que se producen con otras adicciones.

El estudio relaciona la presencia de este tipo de virus y la adicción a la comida con el metabolismo de la serotonina y la dopamina.

Concretamente, encontraron que la presencia de Microviridae se relaciona con un mayor nivel de triptófano y tirosina en sangre.

El triptófano y la tirosina son sustancias que el cuerpo utiliza para producir la serotonina y la dopamina, dos neurotransmisores esenciales en la regulación del humor y el placer y que están involucrados en mecanismos del cerebro que actúan en la adicción, como el sistema de recompensa y la regulación de la saciedad y el bienestar.

El estudio subraya la importancia de incluir a los virus en la investigación de la microbiota intestinal, unos microorganismos a menudo ignorados. La composición del viroma -el ecosistema de virus del intestino- es muy específica de cada persona, y muy estable.

“Esto facilita la adopción de estrategias personalizadas para tratar la adicción a la comida”, remarca Jordi Mayneris-Perxachs, jefe del grupo de Medicina y Biología Integrativa de Sistemas del IDIBGI que lideró la investigación y coautor de correspondencia del estudio.

“La microbiota intestinal podría convertirse en una vía innovadora para tratar la obesidad y la adicción a la comida, a través de suplementos alimenticios”, señala el también coautor José Manuel Fernández-Real, jefe del grupo de Nutrición, Eumetabolismo y Salud del IDIBGI y jefe de Endocrinología del Hospital Trueta.

Para él, “estos sólidos resultados se suman al conocimiento existente de la relación entre microbiota y cerebro e identifican el papel de componentes como los Microviridae”.

Las conclusiones se validaron en tres grupos independientes de personas, en 264 en total, y encajan con el resultado de otro análisis del mismo equipo del IDIBGI en otro grupo de 942 personas, en las que se halló una asociación de los Microviridae con un menor control inhibitorio.

La asociación descubierta en humanos también se probó en ratones y moscas de la fruta.

En colaboración con investigadores de la UPF, cuando se transfirió microbiota de pacientes con alta presencia de Microviridae a ratones, estos mostraron mayor adicción a la comida y alteraciones en el metabolismo del triptófano, serotonina y dopamina en el cerebro y típicos comportamientos de adicción a la comida, como motivación, compulsividad y persistencia.

Para Rafael Maldonado, jefe del laboratorio de Neurofarmacología ​​de la UPF, “la identificación de este mecanismo implicado en la pérdida de control de la ingesta alimentaria podría significar un avance relevante para nuevas estrategias terapéuticas de cara a un abordaje más eficaz de estos trastornos alimentarios y complicaciones asociadas como obesidad”.

A partir del análisis metabolómico de la sangre de los pacientes, también se constató que la presencia de este tipo de virus (Microviridae) se asociaba a una menor concentración de un compuesto derivado del triptófano, el ácido antranílico, lo que indicaría que la presencia de esta sustancia podría prevenir los comportamientos típicos de la adicción a la comida.

Para validar esta hipótesis, se administró ácido antranílico a ratones y también a moscas de la fruta (Drosophila melanogaster). En ratones, la UPF observó cómo la suplementación de ácido antranílico disminuía la adicción a la comida y alteraba las vías relacionadas con el metabolismo y la síntesis de neurotransmisores, como la serotonina y la dopamina.

La experimentación con moscas de la fruta, liderada por la investigadora del IDIBGI Anna Castells-Nobau, mostró cómo el ácido antranílico regulaba el comportamiento alimentario de las moscas a través del metabolismo de la dopamina.

Con información de EFE