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Sabe usted que si hay un aumento al salario mínimo a partir de la próxima semana lo que más le van a sobrar son papás políticos que van a asegurar que fue gracias a su esfuerzo que se logró el incremento.

Hay en estos momentos una negociación intensa entre las tres partes que conforman la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos para poder concretar un incremento antes de que termine el año.

Los jaloneos no sólo se dan por el porcentaje de incremento, sino por el tipo de etiqueta que le deben poner a la cantidad que acuerden.

Y es que estamos a dos meses del tradicional aumento de inicio de año que habitualmente se adapta a la expectativa de la inflación que considere el Paquete Económico.

Sobra decir que este año ese pronóstico quedó exageradamente corto contra la realidad de una inflación que supera 6 por ciento.

Por eso es que una de las discusiones en curso versa en torno al nombre que debería llevar el aumento. Por una parte hay quien quiere ligar un incremento superior a la inflación al aumento de cambio de año y dejar ya fijado el precio del mínimo para el 2018.

Otros quieren que el salario mínimo no tenga un incremento porcentual sino nominal. Algunos quieren llevarlo a los 95 pesos diarios, otros defienden que quede en 90 pesos diarios, y llamarlo monto independiente de recuperación.

Con tal mote se obliga a la revisión salarial derivada de la inflación y entonces esperar otro incremento de 4% para enero del 2018.

Hay además del económico y monetario un debate político sobre la paternidad del incremento. Está claro que los minisalarios han formado parte de varias precampañas electorales y no todas las partes negociadoras están dispuestas a ceder para que alguien más se quede con el crédito.

Y mucho menos cuando algunos de los que más se cuelgan la medalla del aumento lo hacen a partir de desprestigiar a los otros presentándolos como insensibles. Y como añadidura, hay prácticas de canibalismo político entre organizaciones empresariales, por ejemplo.

Hay un riesgo si no se concreta el aumento en los salarios mínimos pronto. Y ése es que la bandera política de su aumento sea asumida por políticos más exitosos en eso de hacer escándalo y lo conviertan de verdad en un agitador social más.

Hasta ahora “la izquierda” que ha hecho el aumento a los mínimos es esa ala moderada, pero en manos perversas sería más fuego a una pradera que ya arde.

En el papel es verdad que en este país menos de medio millón de personas tienen como ingreso un salario mínimo. Es una realidad que esos 488,000 trabajadores no tienen lo suficiente para comprar lo básico y es indiscutible que un aumento a esos ingresos que los lleve a 90 o 95 pesos diarios no tendría un impacto inflacionario.

Pero también es un hecho que los segmentos inmediatos superiores también tienen ingresos precarios y presionarían por incrementos en las mismas proporciones.

La cadena ascendente de necesidades de ingresos superiores crecería hasta hacer del tema un factor de competencia contra la inflación y sabemos quién gana esa carrera invariablemente.

Por eso es que el indispensable aumento del salario mínimo hasta el nivel equivalente a la compra de la más básica de las canastas tiene que llevarse a cabo sin tantos aspavientos.

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