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Beijing ya le dijo a EU que no se equivoque con ellos tratando de imponer sanciones comerciales

La gran competencia a vencer no son los trabajadores mexicanos que ensamblan autos… Los que vienen por todo son los chinos.

Está claro que dentro de la variedad de sectores que componen el libre comercio de América del Norte, el que más obsesiona al presidente de Estados Unidos es el automotriz.

No soporta, porque no lo entiende, que algunos de los autos que se venden en su país sean ensamblados en México. No dimensiona que esos vehículos han cruzado la frontera unas siete veces, en ese ir y venir de componentes, antes de que el producto final llegue a las distribuidoras en su territorio.

Trump también está enojado con Alemania, al grado de negarse a darle la mano a su canciller Angela Merkel, porque un segmento importante de sus consumidores prefiere los autos de esa manufactura europea sobre las marcas locales.

Pero los que realmente son un game changer para la industria automotriz, y en buena medida el resto, son los chinos. Ese país con enorme poder en muchos rubros capaz de ponerle un alto al gobierno de Estados Unidos si es que pretende limitar su expansión económica.

Y justo los chinos han elegido el sector automotriz para continuar con su invasión comercial.

Parece que aquel episodio que involucró a Ford hizo reflexionar a Trump sobre el alcance de sus berrinches con América del Norte. Se adjudicó como un triunfo que esa empresa cerrara una planta en México, en la que ensamblaría su modelo Focus, pensando que se llevaría la línea de producción de vuelta a Estados Unidos.

Lo que hicieron fue empacar 
sus cosas e irse a China. México y 
Estados Unidos perdieron no sólo la mano de obra sino buena parte de la proveeduría.

Ahora ese país, a través de la empresa Great Wall Motors, hizo una de esas ofertas difíciles de rechazar para comprar la empresa ítalo estadounidense Fiat-Chrysler. Y mientras en el país asiático el que decide es el gobierno, de este lado las que toman las decisiones son las empresas y hay una gran oferta sobre la mesa.

La gran competencia a vencer no son los trabajadores mexicanos que ensamblan autos con componentes y capital estadounidense, los que vienen por todo son los chinos.

El gobierno de Beijing ya le dijo a la Casa Blanca que no se equivoque con ellos tratando de imponer sanciones comerciales porque eso es una declaración de guerra comercial.

Lo que puede reforzar al vulnerable país estadounidense es reforzar sus alianzas regionales para que puedan añadir competitividad a sus productos.

Si no lo entiende a tiempo y quiere abusar de México en la renegociación del acuerdo comercial, que le quede claro que este país podría muy bien poner una ensambladora de los chinos en Tijuana o bien se refuerzan los lazos comerciales y con ello se genera una economía de bloque frente a la primera potencia mundial comercial que es China.

El verdadero problema de esto es que Donald Trump y los más duros nacionalistas que todavía le acompañan entiendan que lejos de querer despreciar a México y Canadá realmente nos necesitan.