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Uno de los cambios estructurales en materia energética que más aplauden aquellos que manejan las finanzas públicas del país es la que pone fin a los subsidios de los precios de los combustibles.

Hasta hace no muchos años, si el precio de la gasolina subía más allá de un nivel determinado, el impuesto especial que recaudaba el gobierno se convertía en una subvención que equilibraba el costo al público del combustible, lo que fuera para mantener electores contentos.

Una reforma fiscal que pasó un tanto desapercibida y que, por cierto, pudo haber violado el acuerdo de certidumbre tributaria que decretó la administración federal, fue aquella que hizo del impuesto especial a las gasolinas uno fijo y no flexible.

Lo malo es que la Secretaría de Hacienda, de la mano del Congreso, se sirvió con la cuchara grande y dejó un impuesto muy alto. Tanto que junto con el resto de los gravámenes constituyen más de la mitad del precio que pagamos los consumidores.

Para este año que está por concluir, desde el Congreso le metieron un freno al ensayo del mercado libre y toparon el aumento de las gasolinas a nada más allá de 3 por ciento.

Evidentemente que estamos en el tope del posible aumento este año y si el precio de las gasolinas ha rebasado el tope fijado para el mercado mexicano, toda esa diferencia negativa lo absorbe Petróleos Mexicanos.

Pero para el 2017 eso se va a acabar. A partir de febrero, los precios de los combustibles empezarán un proceso de libre mercado, primero en el norte del país y seguramente, después de las elecciones en el 2018, en el resto de la nación, pero para ello tiene que aplicarse un precio a partir de enero que se parezca al nivel del mercado.

No olvidemos que el precio de las gasolinas en México tiene ese enorme componente impositivo que las hace tan caras. Porque si no fuera por ese impuesto y pusiéramos los precios que hoy están vigentes en Estados Unidos, tendríamos litros de a 10 pesos.

Habrá que hacer bien los cálculos de cuánto cuesta importar, transportar, almacenar y vender las gasolinas y después aplicarle todas las cargas impositivas como el IEPS, el IVA y el impuesto ecológico que, por ejemplo, se paga en la capital del país. El resultado debe andar por ahí de los 16 pesos por litro.

Hay que añadir que los precios del petróleo han mejorado de manera sustancial durante las últimas semanas. Lleva la mezcla mexicana más de nueve días por arriba de los 40 dólares y de hecho ya recuperó los 45 dólares por barril que no visitaba desde julio del año pasado.

En un mercado de precios libres, esto implica que tienen que subir los precios de las gasolinas. Lo que anticipa que el ajuste para enero será fuerte y que el proceso de apertura del mercado tendrá esa carta de presentación ante los consumidores. Pero ése fue el camino elegido por el Ejecutivo y el Legislativo.

Por todo lo demás, que los precios del crudo se recuperen no es más que una buena noticia para las finanzas públicas que tendrán ingresos adicionales, egresos menores por la cancelación de los subsidios a los combustibles y la posibilidad de usar esos recursos adicionales no para gastar más, sino para corregir todos los excesos presupuestales que se han cometido.