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No es muy responsable, porque no es algo real, hablar de la depreciación del peso frente al dólar en pasado. Como si se tratara de un terrible episodio de nuestra economía que ya quedó atrás. La realidad es que si esto se tratara de un huracán, tendríamos la calma que da el paso del ojo de la tormenta.

Cuando hace un año el peso se subió al tobogán de la depreciación frente al dólar, la primera sensación que teníamos era que se trataba de un asunto meramente temporal, como siempre. Que a la vuelta de algunas semanas nuestra moneda haría su espectacular regreso habitual y que para finales del año todo habría vuelto a la normalidad.

La suerte del peso mexicano estaba atada a la cotización del petróleo y eso era una mala noticia para la moneda mexicana cuando los precios del hidrocarburo pasaban de los 80 dólares a menos de 50.

El derrumbe de los precios del petróleo llevó a la cotización del peso al entonces impensable 15 por un dólar. Incluso las remesas se dispararon durante diciembre porque muchos pensaron aprovechar el dólar caro para hacer llegar más pesos a sus familiares.

Pero las desgracias nunca llegan solas y al cambio estructural en la proveeduría de petróleo en el mundo siguieron otros asuntos que añadieron una enorme turbulencia a los mercados.

Sobre todo, la incertidumbre sobre el futuro de Grecia dentro de la unión monetaria europea hizo que se derrumbara el precio del euro y apuntaló más a un dólar que era la bandera de una recuperación económica estadounidense en marcha.

Si la economía estadounidense empezaba a crecer de manera sostenida, no había razón para mantener estrangulado el costo del dinero. La expectativa era que subiera este año, y varias veces, la tasa de interés, y ésa fue razón suficiente para el reacomodo de portafolios y dar vida a la leyenda del súper dólar.

Entre la desaceleración china, la fortaleza misma del dólar y muchas otras razones, la economía estadounidense no despegó como se esperaba y hoy está cancelada la posibilidad de que este mes la Reserva Federal suba su tasa de referencia desde el cero en el que se encuentra.

Parecería difícil que en lo que resta del año mejoren tanto las condiciones como para que se justificara un aumento, pero nada ata a los tomadores de decisiones de la Fed para hacerlo, a sabiendas de que se juegan su prestigio.

Pero en lo que llega la reunión de mediados de diciembre, lo que priva hoy es esa tensa calma donde las monedas emergentes se recuperan, los mercados de renta variable suben, las tasas bajan y todos gozan de un respiro. Pero nada más que una pausa.

Con todo lo impredecible que ha mostrado ser el mercado cambiario, es posible que si no hay alguna de esas sorpresas financieras impredecibles, tengamos un cierre del año más estable.

Pero es un hecho que cuando se reanude la expectativa de alza por parte de la Fed y, sobre todo, cuando se presenten los primeros aumentos, la volatilidad regresará.

Eventualmente, cuando se neutralice el efecto cada moneda encontrará su lugar, dependiendo de la fortaleza de cada economía, y ahí si podríamos tener un destacado lugar de estabilidad. Pero para eso falta tiempo.