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El arma más letal de la que puede disponer Vladimir Putin podría cubrir no solo a Ucrania sino a todo Europa y con ello darle una clara ventaja a Rusia para conseguir la victoria en su invasión.

No es un ataque nuclear, eso tendría repercusiones globales de las que no se salvaría Rusia ni nadie, es simplemente esperar a que llegue el invierno y alcance al país invadido sin energía eléctrica y al resto del continente sin los combustibles suficientes para no tener que frenar sus economías.

Ni siquiera se trata de esperar las temperaturas congelantes para derrotar a las tropas enemigas en un combate cuerpo a cuerpo. No se trata de la ventaja que los rusos han tenido desde Napoleón hasta los nazis, es algo peor.

Putin se ha dedicado a atacar a la población civil ucraniana. Además de las ejecuciones de población no armada, el autócrata ruso ha dirigido sus misiles en contra de las instalaciones de generación de energía eléctrica y otra infraestructura energética del país invadido.

Matar de frio hasta la rendición podría inscribirse en la lista de crímenes de guerra que ya acumula el régimen de Moscú. Pero el invierno tiene otros efectos no mortales, pero sí económicos y políticos entre los aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte.

Europa depende del gas de Rusia, no es una subordinación que no pasó desapercibida por Vladimir Putin al momento de decidir las dos invasiones que ha ordenado a Ucrania. La primera le funcionó y se anexó Crimea, ahora busca su segundo triunfo de la mano de un termómetro bajo cero.

Rusia, mientras tanto, ha encontrado un mercado sediento de energéticos con el que comparte varias cosas: ser un régimen dictatorial y un repudio a la política de Occidente. China podrá consumir lo que Europa no le compre a Rusia, aunque conectar ambos mercados tampoco es tan sencillo.

El arma invernal de Putin implica cortar suministros energéticos a Europa, que no se pueden suplir con facilidad a gran distancia, desde América o África. Esto hace que la racionalización de los combustibles baje el ritmo económico y se acerque la región a una estanflación.

Pero las esquirlas de la estrategia de congelamiento europeo alcanzan los sistemas democráticos de esos países. Los ciudadanos desencantados con los malos resultados económicos respaldan a los contrarios en las elecciones.

La mayoría de los países europeos ya han rebotado entre sus alternativas habituales y ahora empiezan a experimentar los extremos. Populistas y extremistas que acaban por descomponer la estabilidad de los países.

Estados Unidos, mientras tanto, se contrae a sus asuntos de política interna y se prepara para las elecciones dentro de dos semanas.

Un Congreso dividido traería problemas políticos internos al presidente Joe Biden que le restarían prioridad a la defensa ucraniana.

Así pues, el intento de ganar la guerra de la invasión a Ucrania por parte de Vladimir Putin va de la mano del invierno. Sabe que los 18 grados centígrados de hoy en Berlín, Alemania, serán los cero grados de temperatura máxima de enero.