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Le han dicho suficiente al secretario de la Defensa sobre el mal fondo y la pobre forma de sus discursos. Creo que son verdad las dos cosas. No acierta en el fondo ni acierta en la forma. Respecto al fondo, porque politiza al ejército, en vez de mantenerlo institucional.

En la forma, porque escribe mal, se confunde con los verbos, y adopta un estilo que habría que calificar de “inflamado institucional”: solemne, pero enojado.

El hecho es que el general secretario abandona el discurso de tradicional neutralidad de la milicia, para meterse a la discusión pública como cualquier otro político. La opinión pública reacciona en consecuencia y empieza a buscarle las costuras, a reclamarle y a criticarlo como a cualquier otro político, con rigor y sin rigor, con seriedad y con ironías.

El ejército goza de buena imagen entre la gente pero apenas hay un conocedor neutral del ejército, un experto no militar de nuestra milicia, que rompa lanzas por su eficacia, su profesionalismo o por la calidad de los servicios que la corporación militar ha prestado en estos años a la República.

Basta ver la balacera impune que gobierna tantas regiones y algunas de las ciudades mayores de México. No es la mejor idea para el ejército echarse a la plaza pública para ser juzgado como un actor político más.

Pero es una buena oportunidad democrática para la sociedad y hay que tomarle la palabra al general secretario. Sabemos lo que sucederá. En cuanto se suspenda el respeto ritual de que el ejército goza y empiece a medírsele como se mide a las demás fuerzas políticas, incluido el Presidente, el ejército correrá la misma suerte: será criticado y exigido sin respetos rituales.

Aparecerá entonces como lo que es: la corporación que ha cumplido sólo a medias con su tarea fundamental de garantizar la seguridad de los ciudadanos; la corporación que empieza a portarse como ávido contratista del gobierno, a cuenta de un prestigio de disciplina y eficacia que es imposible evaluar, porque las cuentas de la corporación son inaccesibles y sus resultados, incomprobables.

Todo, bajo la coartada de que lo que sucede ahí es materia de una muy discutible y maltrecha seguridad nacional.