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Puestos a negociar duramente con Trump, México podría poner en la mesa el tema de la seguridad en sus cuatro vertientes: cooperación militar, guerra contra las drogas, la prevención antiterrorista y control migratorio.

Lectura obligada al efecto: Víctor Hugo Michel: “Cuando los gringos dejen de ser amigos” (http://bit.ly/2jlwHap).

Entre México y Estados Unidos hay 15 acuerdos militares vigentes, la mayoría de ellos firmados luego de 2006. Entre 2013 y 2015, el Pentágono entrenó a más de 5 mil 700 oficiales mexicanos, militares y policías.

Mediante la Iniciativa Mérida, México ha recibido cerca de 2 mil 500 millones de dólares en equipo y entrenamiento. Entre 1996 y la fecha, el Departamento de Defensa ha inyectado a su contraparte mexicana más de 3 mil millones de dólares.

Gran parte de ese dinero se ha ido en compra de equipo estadunidense: armas, aviones, buques, helicópteros, tecnología. En 2015, el 74% de las armas compradas por México en el extranjero vinieron de Estados Unidos.

La embajada de Estados Unidos en México es una de las más grandes del mundo. Bajo su manto operan agentes y unidades de la CIA, el FBI, la Oficina de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego, el servicio de inmigración (ICE) y, estelarmente, la DEA: al menos 100 funcionarios y agentes, con una vasta red de informantes, y oficinas en Tijuana, Hermosillo, Nogales, Ciudad Juárez, Monterrey, Matamoros, Nuevo Laredo, Mazatlán, Guadalajara, Mérida y Ciudad de México.

“Desde el sexenio de Vicente Fox”, dice Víctor Hugo Michel, “la DEA paga en la Policía Ministerial la nómina de un grupo de élite conocido como Unidad de Investigaciones Sensibles (SIUS, por su sigla en inglés). Para 2017, la solicitud presupuestal del Departamento de Justicia en este rubro fue de 30 millones de dólares”.

Para nadie es ya un secreto que la estrategia de la guerra contra las drogas que ha costado 100 mil muertos en México, obedece al diseño de la DEA.

Todo este paquete de colaboración militar, seguridad, contención migratoria y guerra contra las drogas es el elefante en la sala de la relación bilateral. El elefante del que los gobiernos no hablan y cuyos detalles ignoran los ciudadanos.

Quizá es la hora de ponerlo también sobre la mesa de negociaciones.

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