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El principal obstáculo para la aprobación del acuerdo comercial entre México, Estados Unidos y Canadá, al que le llamamos T-MEC, es la elevada temperatura electoral estadounidense, a pesar de que faltan 19 meses para los comicios presidenciales.

La parte positiva es que los diferentes grupos que se verían afectados por alguna interrupción en la dinámica comercial de Norteamérica han cabildeado lo suficiente como para dejar en claro que habría consecuencias muy negativas de no seguir adelante con la aprobación del acuerdo sustituto del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

Ni republicanos ni demócratas quisieran cargar con la factura de negocios fracasados que dejaran pérdidas millonarias y desempleo en su propio país.

Saben los demócratas que en el discurso el acuerdo sustituto del TLCAN es vendido por Trump como un triunfo, como el nuevo pacto que pondrá fin al abuso de mexicanos y canadienses que saquearon a Estados Unidos con el peor tratado de la historia.

Es puro rollo, pero le alcanza a Trump para colgarse la única medalla que realmente le importa: la de la fama electoral entre su base.

Y si bien los demócratas no parecen dispuestos a impedir el acuerdo, tampoco le van a poner el dulce electoral en bandeja de plata, por lo que las oportunidades de aprobación son pocas y específicas.

Se tienen que aprovechar las pocas ventanas de oportunidad que permite la Cámara de Representantes, dominada por los demócratas, y también el Senado, con todo y su mayoría republicana.

Hay razón en el reclamo de los opositores del presidente estadounidense, Donald Trump. Es la hora en que México no ha pasado por el congreso las reformas laborales que se prometieron en la mesa de negociación.

En este país, más que cabildeo, lo que hace falta es una instrucción presidencial para que el tema cobre prioridad con sus mayorías legislativas. No hay una reforma constitucional de por medio, así que basta el voto de un solo hombre, expresado con decenas de manos alzadas de la mayoría simple, para que esto se haga realidad.

De hecho, hoy mismo podría transitar por la Cámara de Diputados. Y si bien no puede faltar alguna bancada aliada que se quiera lucir, desde Palacio Nacional la instrucción es: “Me canso ganso que sale”. Se va al Senado y ocurre lo mismo.

Con ese requisito aprobado y publicado durante las próximas semanas, los demócratas tienen campo abierto para la aprobación en la Cámara de representantes durante este verano, para que después el Senado estadounidense y a la par el mexicano le pudieran dar el visto bueno.

Porque, además del calentamiento electoral, puede meterse en medio un posible acuerdo entre China y Estados Unidos en materia comercial.

Mientras Donald Trump mantenga una disputa abierta con el gobierno de Xi Jingping, México y Canadá serán aliados estratégicos. Nos querrá cerca para mantener su tono brabucón con los chinos.

Pero si en un remoto caso, esas dos potencias lograran un acuerdo espectacular y ventajoso para Estados Unidos, México podría perder su sitio prioritario ante los ojos del impredecible presidente estadounidense. Si eso ocurriera, más valdría tener bajo el brazo un acuerdo renovado y en vigor.

Ahora, el cálculo es que el Parlamento canadiense puede sacar sin problemas la aprobación, pero los líos políticos del primer ministro, Justin Trudeau, podrían complicar este escenario. Esa es otra historia a seguir.